Parece que puede ser una realidad, luego de que el presidente Lasso lo mencionó como una especie de promesa en su mensaje del 24 de mayo. Es una vieja aspiración. Un día lo mencionó en privado el presidente Durán-Ballén y con su mano de arquitecto hizo un boceto con el puente al sur de Guayaquil, trazando una raya que atravesaba el río Guayas, conectaba con una autopista que dibujó hacia el este y de allí una línea al norte hasta la Durán-Boliche. Entiendo que así es el proyecto actual, a grandes rasgos. Sus promotores le ven grandes ventajas de ahorro de tiempo, combustibles y facilidades de tránsito para que la carga llegue directamente a los puertos sin usar la Perimetral. Será una gran obra que traerá progreso y bienestar.

La condición es que se aparte a los políticos, que se forme una comisión compuesta por pocas personas conocedoras y pulquérrimas que decida sobre el proyecto definitivo...

Al final de los años sesenta ganamos en la compañía de seguros Sul América el concurso de precios para contratar la póliza Contra Todo Riesgo de Contratistas, para asegurar el primer puente que se construyó sobre los ríos Daule y Babahoyo. Tal seguro se desconocía en el Ecuador. Tuvimos que adaptar nuestras pólizas para otorgar el amparo, traduciéndolas del inglés y adecuándolas a nuestra legislación. Tuvimos que explicarla al abogado del consorcio Cofit, quien era el profesor Minolli, un abogado sabio que solo pidió cambiar dos esenciales palabras, lo cual hicimos previa consulta con los reaseguradores de Londres.

El gerente, don Luis Alberto Carbo, me encargó que atendiera lo relacionado con el seguro. Pude comprobar el excelente trabajo de los constructores italianos, dignos descendientes de quienes edificaron el Panteón en Roma y el acueducto de Segovia. El dueño de la obra era el Comité Ejecutivo de Vialidad del Guayas. La forma del contrato de construcción era muy sencilla: Cofit construyó el puente, lo financió y se lo cobró con el producto del peaje. La concesión fue por diez años, pero se pagó en siete años y unos meses. Al Estado ni a los municipios les costó un centavo. Es el modelo que puede servir para el quinto puente. Se puede concesionar su construcción, previo concurso, para que se pague con el peaje que se fije de acuerdo con la autoridad.

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La condición es que se aparte a los políticos, que se forme una comisión compuesta por pocas personas conocedoras y pulquérrimas que decida sobre el proyecto definitivo, contrate la construcción y se encargue de mantenerlo. Así se hizo con el Puerto Marítimo de Guayaquil, creando la Autoridad Portuaria, que funciona con buen suceso. En la comisión constructora del quinto puente debería haber representación de los municipios involucrados, en una especie de directorio que supervigile, pero no interfiera. Los peores enemigos del proyecto serán los interesados y los intereses de quienes tratarán de ejercer influencia en beneficio personal. Los delegados de los municipios deberán ser igualmente expertos y honestos, no necesariamente concejales ni funcionarios municipales.

La comisión inicial debería ser nombrada por el presidente de la República, con un delegado permanente de la Contraloría. Debería tener la facultad de cooptar a sus miembros en caso de falta de alguno. Es una esperanza en estos tiempos tan aciagos. (O)