¿Cuál es el mejor regalo para recibir esta Navidad? Hay tanto por hacer en el país que las opciones son múltiples, desde una diversidad de ángulos.

Como ser humano, por ejemplo, sería muy importante si el regalo hace que cesen las absurdas desigualdades, se atiendan las necesidades fundamentales, como el agua y alcantarillado aún pendiente en algunos sectores, y que el país se enfoque de verdad, más allá de las buenas intenciones, en temas de supervivencia y desarrollo, como aquel de nutrir a los niños antes de los 5 años para que sus cerebros florezcan y puedan, en la adultez, tomar el timón de un país que a ratos ha parecido estar a la deriva.

Como ciudadano, el paquete festivo debería lograr que se respeten puntualmente los derechos fundamentales y nadie más sea víctima de abusos e injusticias. Que cada centavo que aportamos, vía impuestos, se vea reflejado en un manejo pulcro de los fondos, nervio y motor de una sociedad que desde hace mucho espera una oportunidad de desarrollo. Y como envoltura del regalo, el trabajo responsable y constante de las autoridades, que para eso fueron escogidas y eso aceptaron al postularse.

Surge entonces el regalo para recibir como funcionario público: altas dosis de sabiduría y paciencia para dar lo mejor de sus capacidades en beneficio de esos ciudadanos que, directa o indirectamente, son quienes lo han colocado ahí. Sabiduría a raudales para entender que esa función, esos fondos y esos bienes con los que trabaja no son suyos, tampoco son de nadie: pertenecen a la ciudadanía que paga sus tributos y aporta constantemente para el bien común.

Qué tal verlo ahora desde el ángulo del consumidor: que cada cosa que adquirimos con esfuerzo llegue a tiempo y correctamente, y que merezcamos la atención respetuosa y honesta por parte de los proveedores de servicios. Superar de una vez por todas el ancestral lastre de la “hora ecuatoriana”, que lejos de ser gracioso constituye un irrespeto para todos y un ancla para el desarrollo.

Como audiencia, rol tan importante en estos tiempos, porque todos lo somos, queramos o no, el regalo debería ser recibir información correcta y útil, validada y verificada, para que la toma de decisiones que va a generar esos datos nos lleve por el camino correcto. Que nadie nos “venda” como un número en una base de datos pirateada para que se nos trate de embutir con un bombardeo de ofertas que no necesitamos ni hemos pedido.

Y como profesional, el regalo debería contener el coraje suficiente para decir que no cuando nos piden hacer algo para lo que no estamos preparados, puesto que hacer lo contrario navega en el mar de la estafa, de la deshonestidad. Al mismo tiempo, que la sociedad reconozca y respete el valor del profesionalismo y que la acumulación de títulos y capacitaciones sea empresarialmente un elemento que encante, no que espante.

Son tantos los enfoques posibles de ese regalo, en un Ecuador con tantos temas pendientes, que sería muy difícil escoger uno solo. Los necesitamos todos, al mismo tiempo, por la acción concertada y correcta de cada uno de los actores sociales, por ellos mismos, por sus hijos, por el país. Feliz Navidad. (O)