Desde siempre los humanos hemos querido descifrar lo que son esos puntos blancos que, como luciérnagas atrapadas en una red, titilan en el domo de la Tierra. La mitología les ha dado varias definiciones, pero desde la invención del telescopio pudimos constatar que no eran seres mitológicos ni mágicos, sino soles, como el nuestro. Desde esta invención de Galileo en el siglo XVII, se abrió la posibilidad real, y no mística, de «ver más allá de lo evidente» y por más de 400 años hemos venido mejorando esa tecnología. En el proceso, hemos inventado poderosos telescopios en la Tierra –Vera Ruben Observatory, ALMA, etc.– y el famoso telescopio espacial Hubble, responsable de míticas fotografías, como el Ultra Deep Field.

El último de esta larga lista empezada por Galileo, es el telescopio espacial James Webb –JWST, por sus siglas en inglés–. Este polémico nombramiento intenta dar reconocimiento a quien fue el pilar político y jurídico detrás del éxito de las misiones científicas de la NASA. Como su director, trabajó incansablemente, y tras bastidores, para asegurar el rol de la NASA como una agencia científica independiente.

Este maravilloso instrumento ha tomado más 20 años en construirse y le ha costado a la NASA y a las agencias espaciales europea y canadiense alrededor de 10 billones de dólares y la necesidad de inventar, en el proceso, 10 nuevas tecnologías. Sus 18 espejos recubiertos de oro, lo hacen 7 veces más sensible que su famoso predecesor, el Hubble.

Pues, después de todo ese esfuerzo, en la mañana del 25 de diciembre de 2021 tuvimos el mejor regalo por el nacimiento de Isaac Newton: un lanzamiento exitoso. El telescopio partió de un bosque tropical de la Guayana Francesa rumbo a un punto cuatro veces más lejano de la Tierra que la Luna, conocido como L2.

Desde ahí orbitará al Sol, y de la misma manera que nosotros tapamos la luz con la mano cuando queremos ver mejor, el JWST desplegará una gigantesca sombrilla a su lado para tapar la luz del Sol. Esta maniobra, y sus sensibles instrumentos, le permitirán observar estrellas y galaxias ubicadas a 13,7 billones de años luz. Esto quiere decir que el JWST podrá ver los inicios del Universo que se estima se formó hace 13,8 billones de años.

Ver las estrellas es, siempre, viajar al pasado. La luz del Sol se demora 8 minutos en llegar a la Tierra. Cuando vemos el Sol, en realidad, estamos viendo lo que pasó en el Sol 8 minutos atrás. La luz viaja a una velocidad constante y, por eso, mientras más lejos está un objeto, más tiempo se demora la luz en llegar a nuestros ojos. JWST podrá llevar nuestros ojos al pasado más recóndito, hasta ahora.

JWST viajará al pasado constantemente, en búsqueda de respuestas a la pregunta más primordial: ¿cómo nació el Universo? (O)