Titanes, poderosos gigantes que gobernaron el Universo durante la Edad de Oro. Mi generación pudo conocer a un grupo de gobernantes que durante el último cuarto del siglo XX vivieron en distintos continentes, eran de diverso origen y carácter, y sus acciones fueron desiguales, pero estaban dispuestos a hacer historia, a cambiar el rumbo de sus naciones. No eran de aquellos que se contentan con terminar el periodo contemporizando con todos, con el ojo puesto en las encuestas y no en el futuro. Margareth Thatcher, Ronald Reagan, Juan Pablo II, Lech Walesa, Deng Xiaoping, Nelson Mandela y algún otro que podríamos añadir. En todo caso, Mijail Gorbachov tiene méritos de sobra para conformar esta magnífica lista.

Gorbachov era de origen campesino, tenía una personalidad cálida y optimista, aunque no fue un gran orador. Fue el primero de los jerarcas soviéticos que dio un rol público a su esposa. Se dice que hoy es poco querido en su país, porque sus reformas llevaron a la destrucción de la Unión Soviética y del sistema comunista, mientras que jamás logró hacer despegar la economía. Su propósito inicial era hacer reformas moderadas para convertir a su enorme país en una sociedad más eficiente y tolerante. Quizá algo similar a las socialdemocracias europeas. No lo logró, la unión se desbandó apenas se aflojó el lazo represivo. Pero ese resultado de por sí era un aporte, porque ese imperio había sido impuesto a otros pueblos por los zares y por los comunistas. Eran de hecho colonias, cuya única diferencia respecto a las de otros países europeos es que estaban en el mismo continente. No se puede pensar en un estado de derecho detrás de un telón de acero. El retiro de la inicua cortina, especialmente en la siniestra ventana de Berlín, fue una ganancia para la humanidad, pero muy especialmente para los pueblos que sufrían semejante imposición. El final de la Guerra Fría fue otro logro, los acuerdos que terminaron con este conflicto, el desarme efectivo y el retiro de tropas de Europa central constituyen un legado que permanece.

Fue el último de los titanes, figuras que no dejarán de agrandarse en contraste con la mediocridad y hasta con la maldad de sus sucesores.

La impopularidad de Gorbachov se explica porque disfrutar de la fiesta es muy agradable, pero el momento de pagar la cuenta no le gusta a nadie. El sistema comunista y la leve prosperidad que proporcionaba era insostenible. Había centenares de miles de prisioneros políticos. El país llevaba dos décadas estancado e intentaba mantener su condición de superpotencia recurriendo a tecnologías anticuadas y peligrosas. Desastres ambientales como la desecación del mar de Aral y la explosión de Chernóbil fueron letales advertencias. Había que desmontar un sistema cuyos cimientos estaban putrefactos. No fue posible retirar el mantel sin romper la vajilla. El proceso se dio con algunos graves contratiempos, en medio de las dudas y marchas atrás del gobernante. Era demasiado sensato y realista como para no intuir el peligro. Se jugó el todo por el todo. Las cosas no salieron como él soñó. Tuvo que dejar el poder, retirarse a una vida modesta, ser tachado de traidor y timador. Fue el último de los titanes, figuras que no dejarán de agrandarse en contraste con la mediocridad y hasta con la maldad de sus sucesores. (O)