Hace pocos días, el Senado de los Estados Unidos, en forma unánime, elogió la gestión del Gobierno del Ecuador en cuanto a mejorar las relaciones con el gran país del norte. El restablecimiento de lo que es una absolutamente lógica relación de amistad y cooperación con el principal socio comercial y estratégico del Ecuador se dio en un gobierno republicano, con el cual la conflictividad de los demócratas fue la más alta y agresiva de la posguerra. Por ello, el hecho de que hoy los dos partidos hayan votado en forma unánime dice mucho de cómo se ha valorado este proceso de reconstrucción de buenas relaciones por parte de todo el entorno político y la dirigencia de los Estados Unidos. No es un tema republicano, no es un tema demócrata, es un tema de Estado.

En este logro tienen un rol muchas personas, pero en especial el presidente de la República y la embajadora del Ecuador en los Estados Unidos. También han hecho su parte los ministros de Finanzas de los últimos años y el ministro de Comercio actual.

Pero más allá de esta realidad, que ha dado resultados tangibles en muchas áreas, tenemos que meditar sobre el futuro de esta relación. La guerra fría como enfrentamiento entre las dos superpotencias de la posguerra ya no existe. Pero sí existe una clarísima nueva geopolítica, en la cual hay Estados que propician la violación de los derechos humanos, donde no existen libertades plenas, donde la oposición política es perseguida o no permitida, donde la libertad de prensa está coartada. Y esos Estados se unen, votan juntos en los organismos internacionales, se ayudan unos a otros, se solapan unos a otros, se apoyan unos a otros. La China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, la Argentina, Turquía son algunos ejemplos. Baste recordar que hace un par de años, cuando en la Organización de las Naciones Unidas se votó para un puesto en la Comisión de Derechos Humanos, Venezuela le ganó a Costa Rica. Algo realmente insólito. El eje de las tiranías funcionó a las mil maravillas.

Y el Ecuador del ayer estaba alineado con ese eje. La China nos financiaba. Hicimos ridículos convenios de libre comercio con países de la Federación Rusa y no con Europa ni los Estados Unidos. Hicimos convenios de cooperación con Irán, con Cuba. Nos asociamos con Venezuela en el proyecto El Aromo, y la lista seguiría al infinito.

Por lo tanto, el voto del Senado va mucho más allá de reconocer la buena relación con los Estados Unidos. Ese viraje logrado en los últimos cuatro años devuelve al Ecuador al sitio donde debe estar: el de un país que respeta instituciones, que cree en la democracia, la libertad, la vigencia de los derechos humanos, el respeto a la ley, y que se aleja de la tiranía, del abuso del poder, de la persecución política, del control de todas las funciones del Estado por una persona o un partido.

Y las elecciones próximas serán claves para escoger el un camino o el otro. El socialismo del siglo XXI no solo es destrucción de la economía, es volver al eje del mal, de la tiranía, del despotismo y de la destrucción institucional. Dios ilumine al pueblo a escoger bien. (O)