Nos gusta pensarnos como un país de emprendedores, pero en Ecuador el trabajo pleno y estable es escaso y la mayoría trabaja independientemente por obligación, por “buscarse la vida”. Los innovadores decididos, los soñadores y los vendedores de mandarinas en las calles son parte de los 3,6 millones de “emprendedores” que estimó la Escuela de Negocios Espae que había en 2019 en el país. Como la cifra incluye a los “nacientes”, da más cuenta de una desesperada realidad económica que de un entorno verdaderamente emprendedor.

Es trillado quejarse porque todos conocen que en Ecuador se emprende contra todas las fuerzas del destino. Desde la falta de información oportuna y clara, pasando por la lentitud y complejidad del más simple trámite, hasta los cambios repentinos en el humor de la autoridad de turno: todo afecta por añadidura a nuestro perpetuo estado de crisis. Los cerebros se fugan a otros países y los más avezados, quienes probablemente más necesitamos aquí, no están para quedarse.

En este ambiente surgen las ideas descabelladas del Ministerio de Educación como gran solución a los problemas del país. Una de ellas es la Guía Emprendimiento y gestión, publicada en 2015 y que debería salir de circulación, aunque está disponible en el sitio web institucional. Entre las actividades que el documento pone como ejemplo están que los estudiantes hagan simulaciones de cómo se negocia con “tiburones” y dramaticen un comercial de televisión para zapatos Bunky, calculen el pago de utilidades de una empresa, y hagan histogramas y polígonos de frecuencias. No han hecho un solo centavo y ya están distribuyendo ganancias; no han creado un producto pero ya se pueden sumergir en un Shark Tank con pares de igual experiencia actuando como supuestos empresarios.

Para poner sal en la herida, veo entre las recientes noticias del Ministerio de Educación, que se organizó una capacitación para profesores y departamentos de consejería estudiantil (DECE) de Latacunga sobre cómo “desarrollar habilidades y destrezas de emprendimiento en jóvenes”. Aunque sea importante que los profesionales de consejería se empapen de lo que exige el emprendimiento antes de recomendar a un estudiante que se dedique a uno, no es su lugar ayudarles a hacerlo. Primero, no tienen la experiencia necesaria; segundo, con solo un profesional de consejería por cada 400 estudiantes en el sistema público, hay un gran déficit de ellos en Ecuador.

Las invenciones de escritorio del Ministerio de Educación nos siguen saliendo caras. Si algo necesita el país es un sistema educativo que estimule y premie la creatividad, en lugar de unos lineamientos que la mecanice. La actual ministra fue parte de la maquinaria que creaba estas guías insulsas y ahora da capacitaciones episódicas para demostrar que algo se hace. De innovación se habla mucho y se hace poco; más bien, hemos regresado al medioevo con el modelo de caridad (apadrinamiento) de escuelas. Este abordaje no es sostenible ni efectivo para mejorar la educación, ni alcanza para todos, y están a tiempo de diversificar los esfuerzos. Solo deben dejar de privilegiar la foto para las redes sociales. (O)