Entre todos los enredos que estamos atravesando en materia de seguridad, en medio de las campañas electorales, en medio del odio que nos arrojamos en las redes sociales perfilando opiniones sesgadas, malintencionadas o simplemente producto del cólera del momento. Sentados en la incertidumbre del futuro, de la ansiedad que nos produce evaluar el futuro que les espera a los que nos miran con esperanza y alegría en casa, totalmente ignorantes de que el mundo afuera se ha vuelto un flagelo, en medio del fuego del caos, necesito escribir algo que nos haga respirar y tomar fuerza porque, querido lector, el que se rinde pierde, y nosotros por natural instinto de supervivencia no nos podemos rendir.

Afuera el mundo agoniza lenta y cruelmente, las noticias nos quitan la esperanza y nos golpea con la fuerza de una cruda verdad, nos resultan ajenos los problemas del que camina a nuestro lado porque la empatía es una palabra que se nos cayó del diccionario de nuestra mente, nos metemos en nuestras casas casi huyendo del ruido para intentar encontrar silencio, pero nos encontramos con la bulla de nuestros pensamientos, frustraciones o preocupaciones, nos hemos convertido en autómatas que salen, trabajan, regresan duermen y, tal vez, solo tal vez, lloran, aunque para los hombres nuestra masculinidad tóxica nos lo prohíbe, y a las mujeres la sociedad acostumbró de una manera indolente a ignorar las lágrimas. ¿Vale la pena la vida así?

(...) que las noticias trágicas se acallen por un momento, que los locos felices le hacen buena falta al mundo.

Quiero, querido amigo lector, por medio de mis letras darle un abrazo. Ignoremos nuestro bando político, nuestros miedos, nuestras frustraciones, empecemos una revolución desde nuestros puestos, quiero que usted mientras me lee, piense en lo valioso que resulta un ser humano feliz, vuelva a abrir los oídos, ignore el caos y escuche la risa de un niño, evite el llanto de un hambriento sacándose la moneda que destina para una golosina y désela a él, y no piense que usted le da pescando, piense que tal vez con eso le colabora para un nuevo comienzo. Dese un tiempo y lea una buena novela, de esas que abrigan el alma, suba el volumen de su canción favorita y cántela a todo pulmón mientras hace el ridículo ante sus sorprendidos y confundidos, pero ya sonrientes familiares o sus pequeños hijos, para que las noticias trágicas se acallen por un momento, que los locos felices le hacen buena falta al mundo.

No le pido que ignore los problemas, le pido que ahora que lea esto y piense que la alegría y la esperanza son las mejores armas de luz contra el mundo oscuro que debemos iluminar, quizás así entre muchas llamitas de corazón encendidas logremos iluminar nuestro mundo, nuestro país. La felicidad nos hace tomar buenas decisiones, la alegría nos abre nuevos horizontes, probemos un nuevo ángulo, intentemos algo distinto si lo que hacemos ya no funciona, demos sentido al ser un ser humano, y traigamos un poco de orden al caos que se nos ha impuesto vivir, intentemos desesperadamente empezar a cambiar el mundo que entre sus imperfecciones y dolores todavía es hermoso, es cálido y depende de nosotros y nuestra actitud frente a la vida, hacerlo vivible para nosotros y nuestro futuro. (O)