Más de cien muertos en la última batalla. Al gobierno de Guillermo Lasso le ha declarado la guerra el ‘estrato informal’. Este es un sector de la población con cierta cohesión, aunque sus bordes son difusos, que se niega a integrarse a los circuitos formales, es decir, a las actividades que tienen una manera establecida, racional o legal de realizarse. Este grupo tiene una importante intersección con lo que se denomina la ‘economía informal’, pero no se puede decir que son por completo coincidentes. Todos conocemos personas o familias, y hablo de familias enteras, verdaderas tribus, que no están interesadas en formalizarse, incluso a sabiendas de que su provecho económico va a ser mayor. Hay razones culturales, psicológicas o de historia personal que dificultan o impiden del todo su incorporación a las redes formales. Su marginación es autoimpuesta. Insisto, no todos los dedicados al comercio, los servicios o manufactura de manera informal pueden considerarse parte de este estrato, porque buena parte de ellos son ‘caídos’ en esta situación, la ejercen de manera provisional y buscan normalizarse social y jurídicamente.

En cambio, los dedicados de manera habitual y sistemática a actividades consideradas ilegales o delictuosas, sí entran de lleno en este estrato informal endurecido. Importante aspecto es el de la habitualidad, es decir, que alguien que alguna vez introdujo un bien de contrabando, o vendió determinada mercadería sin los requisitos legales, e incluso si cometió un delito en una ocasión difícil, tampoco puede considerarse parte del grupo que analizamos. En cambio, hay hombres de negocios de distintos calibres que, empeñados en hacer las cosas por la mano izquierda, terminan comprometidos, a gusto o disgusto, con el estrato informal. Algo similar ocurre con intelectuales y artistas que, en busca de esencias ‘populares’, se sumen en la marginalidad criminosa. En cambio, el proletariado obrero y las comunidades indígenas se excluyen por principio de estas situaciones, aunque el movimiento de Octubre Negro de 2019 estuvo infiltrado y contaminado por este estrato, que fue el protagonista de los episodios más violentos.

Los políticos populistas autoritarios reclutan en estos estratos verdaderos ejércitos profesionales que viven del activismo. Reciben pagas, sándwiches, tierras invadidas, obritas en barrios ilegales, empleos para dirigentes... Lo hemos visto aquí, pero en Argentina, con los piqueteros y barras bravas, el problema es de grandes dimensiones, mientras que en Venezuela verdaderamente cogobiernan. Entonces, llega un gobierno dispuesto a ocupar los espacios grises que dejó el populismo, especialmente tomando medidas destinadas a restringir el narcotráfico, que es, aquí y ahora, la principal fuente de ingresos del estrato. Ahí se activan a fondo los grupos más violentos, para crear una sensación de caos y de desgobierno. No de otra manera se explica la bestial embestida delincuencial. Desgastada esta o controlada por alguna vía, recurrirán a otro medio que cause zozobra y encono. El objetivo es el fracaso y el ulterior derrocamiento de cualquier régimen que estorbe sus negocios habituales. (O)