Estamos en puertas de una elección clave. Casi siempre lo son, seamos sinceros, pero esta lo es particularmente. Porque hay visiones realmente disímiles, los dos senderos llevan por rutas opuestas, y no podemos seguir dilatando decisiones importantes, ni seguir el tren del pasado cuando el mundo explora nuevas dimensiones (incluso en medio de la pandemia).

Se decía que antes del correísmo había un Estado débil, sujeto a diversos intereses corporativos (bancos, medios de comunicación, exportadores, UNE, choferes, gremios etc.), y que el correísmo los puso en orden creando una visión colectiva alrededor de la idea “el país ya es de todos” y un gobierno fuerte. ¿Resultado? Aniquilación de la sociedad civil. Como dice Héctor Schamis sobre Argentina: “Las relaciones de poder entre Estado y sociedad nunca están definidas, el poder relativo de uno puede aumentar a expensas del otro, o pueden crecer juntos o licuarse al mismo tiempo”. Esto último estaría sucediendo en Argentina (penoso), mientras que en Ecuador sucedió lo primero: más Gobierno, menos sociedad. En lugar de sumar, restamos. El Gobierno invertía más (muchas veces mal), los privados menos. El Gobierno regalaba más (muchas veces inútilmente) y teníamos ciudadanos más adictos y dependientes. El Gobierno ganaba poder y mataba instituciones: justicia sometida, corrupción imparable, reglas manipuladas, antagonismo entre ecuatorianos (incluso dentro de las familias).

¿Ganamos? No, colectivamente perdimos. Porque el socialismo del siglo XXI (¿o de hace tres siglos?) como en Argentina o Venezuela aniquila riqueza. Con Schamis: “La destrucción de riqueza significa la aniquilación de la sociedad civil, de sus recursos y su capacidad de representar intereses de manera autónoma. Una sociedad civil de baja densidad es una buena receta para el desmantelamiento de la democracia”. Lo que necesitamos es lo contrario. Con Schamis: “El verdadero poder se ejerce sin coerción, se basa en el convencimiento de que quien lo posee lo usa de acuerdo a derecho. Tiene legitimidad para mandar, el ciudadano respeta y cumple con convicción”. Es lo contrario de lo que propone el correísmo: más Estado, más control, más poder, menos ética, hasta más venganza.

Y la sociedad abierta es también lo contrario del correísmo en cuanto a economía. Se nos propone: cerrarnos al mundo para proteger lo que tenemos (cuando abrirnos al mundo ampliaría nuestras oportunidades y nuestra visión), cuidar los dólares que tenemos dentro de casa incluyendo una muy peligrosa “cuarentena” (en lugar de buscar los mecanismos para generar más dólares vía inversión y producción), raspar la olla para mover la actividad económica lo cual activa al gobierno, pero frena a los demás (en lugar de caminar a base de confianza y productividad), antagonismo y envidia frente al éxito cuando necesitamos más gente empujando el carro, siendo exitosa y mejorando su vida… El país necesita líderes que sean ejemplo. Líderes que no crean que “Venezuela es solo un cuco para asustar”, cuando es en realidad un enorme fracaso económico, social y moral que ha sido apoyado y casi admirado por el correísmo.

… En una semana, los candidatos terminarán su tarea, es hora de la responsabilidad ciudadana. Y nos queda una semana para asumirla. (O)