Mirar el presente siempre es jugar con el tiempo. Lo digo, en gran medida, porque surge de los debates de hoy y del malestar que rodea nuestras condiciones de vida. También porque la idea parte de una identidad ecuatoriana que, en versos del poeta Adoum, define nuestra condición de territorio insospechado e inexplicable: “Es un país irreal limitado por sí mismo, partido por una línea imaginaria y no obstante cavada en el cemento al pie de la pirámide”.

No puedo conocer la relación de cada persona con su país. La mía parte de una actualidad llena de matices que vale la pena iluminar. Muchos de ellos tienen relación con los trabajos colectivos que se deben destacar en espacios frágiles como los que atravesamos. Hablar de nuestro país es hablar de violencias, miedos y corrupción, pero también de la demanda imperiosa del arte. Hace semanas he asistido a diversas actividades donde las propuestas culturales han sido ricas y variadas: una plataforma donde impera el poder de la creatividad y de la transformación.

El Encuentro de Editores Independientes Libre Libro, organizado por la Universidad de las Artes, el pasado noviembre, tuvo una amplia acogida. Constaté la necesidad de una ciudad que se activa en los lugares de intercambio de pensamiento, de nuevos libros, de escritores nacionales e internacionales. Innegable es la importancia de Manzana 14 como sede nuclear en el centro de Guayaquil. Con cuánta solidez vienen creyendo en un espacio que debe ser no solo para la universidad, sino para quienes la visitamos. Celebro haber escuchado el intercambio entre los autores Roberto Ramírez, Sandra Araya y Carlos Vásconez. Sé que hubo un programa que incluyó talleres y un sinnúmero de actividades como la lúdica idea “Bailando por un libro”, donde cada uno de los asistentes podía ganarse un libro con solo seguir en la pista de baile el son de cualquier ritmo.

Sigo el circuito de propuestas culturales: Activando “arte, pensamiento y acciones para politizar la violencia patriarcal”, cuya sede fue Muégano Teatro, ofreció una variada programación de talleres, performances y lanzamientos de libros. Oportunidad necesaria para actualizar el escenario artístico y los debates actuales. La afluencia a estos lugares evidencia la demanda de palabras que necesitamos: nos confrontamos con ellas y también albergamos la esperanza de la reparación colectiva. En ese sentido, el XIV Encuentro de Literatura Alfonso Carrasco Vintimilla, de Cuenca, en la universidad de dicha ciudad, contuvo la dedicación a nuestra literatura para hacer memoria, analizar y actualizar los valores creativos y críticos de su poderoso legado.

Cuenca, la literatura

Sé que hay muchas iniciativas colectivas que merecen estar en estas líneas, que intentan recoger la variedad de acciones que están esperando el apoyo para respirar y multiplicarse. Por qué los gestores culturales deben hacer malabares para encontrar financiamiento. Qué pasa con la empresa privada y su anestesiada concepción del servicio a la ciudadanía. Las propuestas culturales también son un disparadero social que nos llena de orgullo, al igual que nuestra querida Tri. Sin embargo, lo seguimos intentando, Ecuador. (O)