La diversidad es la característica más notoria del siglo XXI: de edad, raza, sexo, nacionalidad, educación, modos de producción, culturas; y no solo eso, en calidad de consumidores tenemos cientos de preferencias por productos y servicios, infraestructuras, ente otros. La diversidad encarna la variedad y la abundancia, así como la desemejanza y la disparidad. Las redes sociales han promovido la diversidad. La consecuencia es un mundo fragmentado, complicado y complejo, en las familias, empresas y países.

Los profesores de Harvard, Milliken y Martins se refieren a la diversidad como el grado en que existen similitudes y diferencias de cualquier atributo o característica de una persona que pueden conducir a la percepción de que son distintos de uno mismo.

La reciente discusión sobre el federalismo plantea la necesidad de pensar cómo lograr una unidad en la diversidad, y que beneficie a todos. Las empresas globales reconocieron que la diversidad bien conducida enriquece y evolucionaron sus modelos organizacionales centralistas del siglo XX. ¿Qué ideas y prácticas se pueden rescatar de ellas?

La reciente discusión sobre el federalismo plantea la necesidad de pensar cómo lograr una unidad en la diversidad...

Primero, hacen un esfuerzo por entender de manera objetiva la individualidad a través de data dura, test y evaluaciones psico, socio y económicas. El punto de partida es tener claro en que son las personas y sus realidades diversas, dejando por fuera los prejuicios.

Segundo, reconocen y respetan la individualidad y la ven como algo valioso, consideran que cada ser humano conoce mejor su realidad, y tiene la capacidad de contribuir con ideas y soluciones diferentes, creativas y nuevas. No imponen formas de ser o pensar.

Tercero, definen y preservan un núcleo central consistente en un propósito, causa o valores que la cohesiona y brinda identidad. Las compañías que lideran los mercados mundiales así conectan emocionalmente a sus colaboradores en cualquier lugar donde operan.

Cuarto, juntan voluntades en torno a proyectos integradores con metas comunes. Entienden que la mejor forma de tejer relaciones armónicas es poner a personas diferentes a trabajar juntas en pos de un norte en común.

Quinto, crean espacios permanentes de confianza para el diálogo y para la conversación auténtica que permita intersección de puntos de vista. Dotándoles de un pensamiento abierto, respetuoso y crítico.

Sexto, en un marco de reglas claras dan autonomía con responsabilidad para poder usar recursos, decidir y hacer. Entienden que los colaboradores aspiran a vivir su vida conectándose con su ser, a la vez que cumplen a cabalidad en su cargo y que aportan a la organización como un todo.

Séptimo, tienen la firme decisión de liderar y gestionar la diversidad. Para ello aplican nuevos sistemas, procesos, políticas e infraestructuras acordes a realidades distintas. El desafío ya lo planteó John F. Kennedy cuando afirmó: “Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”. Transitar a un nuevo modelo organizacional no es fácil, pero es necesario evolucionar en un mundo que se desenvuelve entre la diversidad y la fragmentación. (O)