Corre por las redes sociales una fábula, de autor desconocido, la cual describe el diálogo entre la verdad que quedó desnuda y avergonzada, engañada por la mentira que le robó su traje y desde ese tiempo se pasea deslumbrando al mundo; termina con una moraleja: “No hay que menospreciar a la verdad, por más desnuda que esté”. Una frase popular, dice: “Miéntele para que sea feliz y, si luego se da cuenta, vuélvele a mentir”. ¿No les parece que menospreciamos la verdad, nos están aplicando la mentira y nos gusta?

Para responder esta pregunta existencial podemos recurrir a profesionales en psicología, los cuales manifiestan científicamente que: con el avance acelerado en tecnología de los medios de difusión, especialmente de las plataformas de acceso masivo, tenemos en nuestras pantallas de teléfono celular muchísima desinformación producida por personas con interés político, económico o delincuencial, con alta capacidad de generar relatos de engaño, que incluso cuando retornan sus mensajes lo asumen como verdad. La capacidad de la mente humana de engañarse a sí mínima para sentirse bien termina por amplificar las mentiras transformadas en ‘chismes’, que vuelan por el espacio peor que el COVID-19.

El diálogo pasa a la fase de implementación y el cumplimiento de acuerdos; una Comisión de Seguimiento se instalará el próximo 19 de octubre

Muchos políticos recurren a las mentiras fantásticas que terminan ilusionando al electorado, basados en las necesidades de bienestar del que carecen los ciudadanos, relativos a empleo, seguridad, educación o salud; prometen que cuando estén en el poder habrá resultados fabulosos, como que nos convertiremos en jaguares dentro de un paraíso de presas. Hubo un gobierno en el cual ellos fueron los tigres predadores y nosotros las presas, hoy los principales tigretones están dócilmente pastando en países de primer mundo, sin que la justicia les alcance.

¿No les parece que menospreciamos la verdad, nos están aplicando la mentira y nos gusta?

El presidente de la República parece enredado en sus promesas electorales y plan de gobierno, que lo llevó al poder; lo crítico es que aparece públicamente con otras mentirillas, que hacen que su credibilidad baje considerablemente. Una de las principales promesas fue la disminución de la inseguridad, pero el resultado es su incremento acelerado, lo que puede verse en las matanzas en cárceles, sicariato en las calles, asesinatos, vacunas o extorsiones, femicidios, etc. Podría, al menos, eliminar el decreto ejecutivo que limita el porte de armas a policías y militares, colocar inhibidores de señal en las cárceles, impulsar una enmienda constitucional a fin de crear operadores de justicia y agentes de seguridad sin identificación. Debe recordar que al Estado le está permitido operaciones encubiertas cuando está en peligro su sobrevivencia o la vida de los ciudadanos de bien.

Usted, señor presidente, personalmente debe nombrar a sus ministros para que se comprometan con sus políticas y así mismo despedirlos, no dejar que sus famosos asesores lo hagan.

La mentira tiene patas cortas, pero con un gran manto oscuro para ocultar cualquier verdad; últimamente ha iniciado su escalada hacia la toma del poder, desestabilizando al Estado, sin esperar siquiera a las próximas elecciones. Nuevamente estamos expuestos a mentiras en nuestras pantallas del celular. (O)