Mi abuelo Alejandro Maldonado murió cuando yo tenía cuatro meses, pero me acuerdo de su muerte como si hubiera sido ayer. Papacito llegó del club donde jugaba cartas, estaba guapísimo con ese poncho de lana, el de listones azules que ahora tienes vos. Llegó y te sacó de la cuna, yo le dije: ‘Papacito, no la levante, ya tiene que dormir’, pero no me hizo caso. Repetía mamá con voz entrecortada y con las lágrimas desbordándose de sus enormes ojos.

Mi abuelo me acunó en sus brazos, con ese poncho de lana que en la fría noche latacungueña debe haber sido como un plumón. Al recordarlo puedo ver cómo sus ojos azules resaltan con ese poncho de listones también azules.

Te mecía y te cantaba para hacerte dormir, y yo le dije: ‘Papacito, déjela en la cuna, la va a maleducar’. Él me volteó a ver y dijo en tono burlón: ‘¿La voy a malcriar?, ¿quién te ha dicho a vos que el cariño maleduca?’.

Y sin hacerle caso a mamá, él me paseó en sus brazos hasta verme completamente dormida. Entrego la guardia sin novedad, le había dicho a mamá cuando me puso en la cuna.

Se fue a dormir y al rato mi abuela vino a buscar a papá porque al abuelo le dolía el estómago y tenía mucho frío. Papá fue a auscultarlo, mamá le llevó una colcha eléctrica; mientras la conectaba detrás de la cama, sintió algo extraño, soltó el enchufe y vio que el abuelo hacía una mueca. Murió en ese instante, fue un 12 de mayo. Yo tenía cuatro meses, pero me acuerdo como si hubiera sido ayer.

El presidente Lenín Moreno se va el próximo día 24. Terminará su mandato y dejará de gobernar a este pueblo que, según dice, él “no merece”.

Me pregunto yo si los periodistas asesinados en la frontera norte se merecían tener una ministra que se palanqueaba un cargo en lugar de negociar su liberación. Si sus familias merecían que al inoperante ministro de Defensa lo premiaran con una misión diplomática.

Me pregunto si nos merecíamos un ministro de Economía que usó su cargo de palanca para ser admitido en el Banco Mundial; una vicepresidenta que en la peor crisis fue a pedir bendición al papa, cargando hasta el gato. La deuda con la cultura la deja intacta, y con la salud ni se diga, con un ministro que hizo chichirimiau con las vacunas.

Su falta de empatía con el pueblo se fue haciendo más evidente cada día, y como dice mi hija Caro: Él bailaba salsa y el pueblo necesitaba que bailara merengue.

En general surfeó, más que gobernó, pero al menos logró mantener a flote la democracia.

Pero no hay que hacer leña del árbol caído, ni del presidente salido; es importante evaluar estos cuatro años que terminan con toda la objetividad posible. Creo que lo relevante de su función fue la lucha contra la corrupción. Si bien no pudo, o no avanzó, a deshacerse de tanto correísta inescrupuloso, bastante logró su régimen al meter a algunos sinvergüenzas a la cárcel. El respeto a la libertad de expresión también es algo digno de agradecer. En su Gobierno se facilitaron créditos a pequeños empresarios y se aprobó la ley del aborto por violación.

Me pregunto si Lenín podrá decir como dijo mi abuelo antes de morir: Entrego la guardia sin novedad. (O)