Lamentablemente, la praxis política ecuatoriana, durante muchas décadas, ha sido la del más brutal canibalismo. El accionar político se ha caracterizado por fomentar odio y animadversión al gobierno de turno por parte de la oposición, y de satanizar a la oposición como actitud de los gobiernos. Esto deriva en rivalidades que generan rencores, divisiones, siempre dudas, y finalmente ausencia de diálogo y entendimientos, que impiden que el Ecuador tenga una agenda mínima de país como sí la han logrado países como Colombia o el Perú, a pesar de sus gobiernos hoy totalmente de izquierda, y como lo demostró más que ningún otro: Chile.

En Chile la gran mayoría de gobiernos fue del centro hacia la izquierda desde que Pinochet dejó el poder. Al centro pertenecía un caballero como fue el presidente Alwin, o el presidente Frei; Lagos fue de izquierda, y Bachelet más de izquierda todavía. Solo Piñera representó la tendencia opuesta. Sin embargo ninguno de esos presidentes, sea de la tendencia que fuere, metió mano en el fondo de ahorro de Chile, o politizó el tipo de cambio, o produjo déficits fiscales mayores a los acordados por la sociedad y plasmados en metas macro fiscales aceptadas por todos. Ninguno desquició la política fiscal, ninguno dio marcha atrás a la inserción de Chile en el mundo, denunciando acuerdos de libre comercio, o buscando más proteccionismo y menos libre comercio. ¡Ninguno lo hizo y punto!

Pero en el Ecuador tanto quienes analizan la política, la comentan, escriben sobre ella, o quienes la practican, creen firmemente en la absoluta división de sectores y el “jamás podrás con tal o cual pactar o hablar”. Pues eso es camino seguro a la destrucción de la sociedad.

Recientemente se ha tratado de escandalizar por el hecho de que Correa y Lasso hablaron. Si lo hubieran hecho Nebot y Lasso también habrían existido críticos durísimos, o si Correa y Nebot lo hacen. No solo estos tres personajes, sino todos los líderes políticos y sectoriales están obligados hoy a sentarse en una mesa a analizar los problemas del país y buscar acuerdos sobre sus soluciones. El escándalo debería ser no porque hablan, sino porque no lo hacen. Existe por lo tanto un contrasentido brutal en el análisis de la política ecuatoriana.

La llamada de Lasso a Correa fue por la ley de inversiones, dice la legisladora oficialista Nathalie Arias

¿Qué produjo en Venezuela la falta de entendimiento entre la mayoría de líderes? La aparición de la dictadura y tiranía chavista. ¿Qué se logró cuando todos se pusieron de acuerdo hace muchos años en Nicaragua? Sacar por las urnas al Sandinismo con Violeta Chamorro a la cabeza. ¿Qué ha producido la división interna hoy? La consolidación de la tiranía de Ortega.

La visión de país no puede existir cuando está en el ADN de los políticos el que hay que apuntar contra el gobierno por definición. Todavía recuerdo a una Asamblea aplaudiendo cuando un militar sublevado secuestró a un jefe de Estado. Así como a ese mismo jefe de Estado planificando por odio la destrucción de la economía del país para que su sucesor “se fregara”. Jamás vio eso Chile, o Uruguay o Costa Rica o Panamá, países a los cuales les ha ido mucho mejor.

El Ecuador de hoy ya no tiene tiempo para las rivalidades personales e intrascendentes. No tiene espacio para el enfrentamiento de los egos, o para la búsqueda de intereses partidistas, personales, o de gremios. La dimensión de los problemas del Ecuador de hoy demanda que todos conversen, que todos entiendan la gravedad de estos problemas y que todos acuerden la agenda mínima. El seguir con la práctica del insulto, de la calumnia, del odio, de la revancha, de la enfermiza duda y cuestionamiento del otro, sin aceptar que solo la voluntad de todos nos puede sacar adelante, será firmar nuestra sentencia de sociedad no viable, y nuestra sentencia de más pobreza, más frustración, más desigualdad. Y eso, solo tiene un destino: el caos de la sociedad.

Los enfrentamientos de los 90 y la falta de acuerdos más una serie de factores exógenos llevaron a la gran crisis que terminó con la dolarización del país. Si se juntan factores que produzcan una situación similar, ¿hay un recurso como la dolarización que nos saque adelante? No, ya no lo hay, por ello el arriesgar a que los “astros se alineen” como sucedió el 99, es hoy mucho más riesgoso, y por ese camino vamos.

Y quienes por odios y pasiones personales, fomentan desde el lado del análisis la división, tampoco aportan como deben aportar, a un país que se unifique en torno a una agenda, sino que se unifique ante la pasión más improductiva de la historia: el odio. (O)