Se escucha mucho a nivel público y privado que hay que ser eficientes. La eficiencia es efectivamente un patrón general y necesario de extrema importancia. Tratándose de la Administración pública, que trabaja con recursos del pueblo, el tema alcanza una relevancia extraordinaria. ¿Por qué? Porque la eficiencia implica lograr resultados sobre la base de costos racionales. La eficiencia maximiza resultados con la menor inversión posible, pero sin sacrificar la calidad del producto o servicio. No es, pues, cuestión sencilla. En el Ecuador la eficiencia se convirtió en un principio constitucional en 1998 y se ratificó en el 2008. En Brasil se constitucionalizó en una reforma de 2008. En el camino hacia la eficiencia juega un papel estelar otro principio: el de especialidad. La especialidad es enemiga de la improvisación. Esto en el mundo de la Administración pública es un verdadero “mandamiento”. ¿Las grandes corporaciones en el mundo tienen gerentes improvisados? No. ¿Son eficientes? Claro que sí. Por lo expuesto, es un craso error nombrar funcionarios a improvisados en la respectiva materia, y peor aún cambiar a esos mismos improvisados a otras áreas que tampoco manejan, como si la especialización fuese algo como mover una ficha. Esto aplica para los ministros de Estado en todos los gobiernos.

Las personas mencionadas en la supuesta corrupción en las empresas públicas no tienen inversiones registradas a su nombre ni son accionistas

El principio de especialidad está recogido en las empresas públicas: el artículo 10 de su ley exige que para ser gerente se requiere demostrar “conocimiento y experiencia vinculados a la actividad de la empresa”. La razón es obvia. La misma lógica debe operar con el presidente del directorio: no puede ser un neófito. En este caso, el asunto es más grave, pues el directorio es quien conduce la marcha de la institución, quien aprueba los planes de inversión, quien “dirige” tales entidades. El gerente es el ejecutor de las políticas del directorio. Por eso, es un grave error de la ley de la materia establecer que un/a ciudadano/a presida el directorio del conjunto de las empresas públicas de la Función Ejecutiva, pues es casi imposible que una persona domine todas las materias de competencia de tales empresas.

Aguiar, el gerente de bajo perfil que sale de Petroecuador, luego de sortear críticas y escándalos, durante seis meses

(...) para ser gerente se requiere demostrar “conocimiento y experiencia vinculados a la actividad de la empresa”.

Justamente las empresas públicas son un fiel reflejo de la aplicación del principio de especialidad, que conduce a la eficiencia. Cuando hay un servicio o una actividad de alto impacto que amerita particularmente agilidad y respuestas eficaces, se pueden crear instituciones especializadas. Pero esa especialización debe gobernarse con criterios de profesionalidad, ya que de nada sirve crear una institución especializada gerenciada por un improvisado, o con personal que debiendo ser especializado no lo es (la amistad no debe prevalecer en la gestión pública). Así como tampoco sirve a la sociedad inflar de personal esos entes llevándolos a la desesperación presupuestaria, y matando así, en la práctica, la noble idea de especializar el servicio público.

El alcalde electo de Guayaquil va por buen camino: va a analizar a cada fundación y, en función de ello, decidirá su futuro, desterrando así el fácil camino de la demagogia. Correcta decisión. (O)