Siempre digo que el mejor regalo que pueden darme es tiempo, porque es lo único que no regresa. Pienso que es fundamental tener conciencia plena de que los minutos siguen fluyendo uno tras otro y somos responsables de las cosas, personas o situaciones a las que entregamos esos momentos de nuestra vida. Hace poco, estaba bastante triste y enojada por haber cedido ante algo que me había prometido no repetir, pero cuando estaba siendo muy dura conmigo, pensé que aquello que me generaba pesar estaba robando mi tiempo y atención. Mi vida se estaba filtrando por un canal equivocado. Así que me di un baño largo, luego hice aquello que siempre recomiendo a mis hijas y alumnos: me puse frente al espejo para mirarme con atención, encontrar lo positivo y decirlo en voz alta para nuevamente tener presente que mi valía es superior a ese error que me tenía tan decepcionada.

Por tanto, creo que es necesario recordar que nada ni nadie debe robarnos minutos de paz, tranquilidad y bienestar. Somos dueños de nuestro destino. Es inevitable cometer errores, pero lo indicado es seguir. Es importante tener metas claras que nos empujen a levantarnos todas las veces que sean necesarias. Además, con el paso y peso de los años comprendemos que el viaje es más agradable con una mochila liviana. Aprendemos a soltar aquello que nos hace daño y preferimos la herida que deja una ausencia, antes que una vida de sufrimiento constante. Sabemos que la herida sanará, pero una vida desperdiciada no tiene regreso. Aceptamos que todo pasa, lo bueno y malo. Constatamos que la felicidad absoluta y permanente no existe y que la frase “para siempre” solo aplica para los finales de cuentos en Disney. Conocemos también que gente a la que hemos amado profundamente pueden convertirse en desconocidos. Fantasmas de un pasado inmediato y que la memoria es capaz de borrar recuerdos, aun los más felices.

(...) hay un momento en el que debemos detener el paso y revisar si estamos viviendo, sobreviviendo o sólo respiramos...

De esta manera, no hay tiempo para desperdiciar. Debemos encontrar un equilibrio haciendo aquello que brinde satisfacciones personales y al mismo tiempo desafíen nuestro intelecto. En ese orden, es importante rodearnos de gente empática, respetuosa y que reconozca nuestro valor como personas. En contraste, llevar una doble vida, donde deben ocultarse diálogos, encuentros y la sordidez marca la agenda diaria, termina replicando negativamente en la salud, reflejándose en nuestro cuerpo. Con el estrés pueden llegar las dificultades para dormir o respirar, y muchas veces, se busca distraer el pensamiento o esquivar la culpa a través de vicios, pero el riesgo de que el cuerpo y la mente colapsen es inminente.

En consecuencia, hay un momento en el que debemos detener el paso y revisar si estamos viviendo, sobreviviendo o solo respiramos por inercia y actuamos en automático. Hoy empieza el cuarto mes del año, estamos a tiempo para dejar atrás la nostalgia y frustración de lo que no se pudo, no fue o nunca será, para aceptar con gratitud la realidad y darnos la oportunidad de empezar de nuevo, con más voluntad y menos miedo, hago mías las palabras de Martin Luther King: “Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto”. (O)