En la universidad, uno de mis mejores profesores fue el de Ética de Negocios; aunque, en realidad, la ética se aprende en el hogar, en el colegio y en el trabajo. Pertenezco a una familia con elevados principios morales y tuve un entrenador de baloncesto (Honorato Haro) cuyo lema era “Juega limpio y gana en la cancha”. Mi educación corporativa la realicé en Citibank, banco con altos estándares de profesionalismo y comportamiento. Por su integridad, admiro a líderes universales, como Mandela, Gandhi y Juan Pablo II; y a líderes empresariales, como Musk, Bezos y Jobs.

Tanto la ética personal como la empresarial van de la mano; por ello, el gran empresario de Wall Street Warren Buffett dijo: Construir una buena reputación demora años. Para destruirla bastan solo unos minutos. Pensar en eso nos lleva a hacer las cosas de manera diferente”.

Desde que tenemos conciencia, a diario tomamos decisiones éticas: en el colegio, para algunos era normal copiar en exámenes… Hace años, en casa, encontramos una gatita atropellada y el dilema era si gastar $ 500 en la operación o dormirla… Pabla sobrevivió. Hemos financiado negocios pequeños a nuestros empleados para que progresen. Así también, cuestionamos a quienes en sus trabajos abusan de los recursos de la empresa, y nos preguntamos: ¿es ético despedir a alguien cuyo rendimiento es óptimo solo porque nos cae mal, en vez de transferirlo de área o darle una oportunidad? ¿Es normal no promover a una mujer porque está embarazada? O, en política y en redes sociales, ¿destrozar reputaciones es sinónimo de liderazgo? (Dilemas que vivimos a diario).

A los jóvenes empresarios les recuerdo que negocio o empresa deben nacer sanos; cuidarlos como a un bebé, con una buena cultura de trabajo, una moderna propuesta de valor y fuertes principios éticos. Por ejemplo, mi hija Andrea, empresaria, tiene definida la cultura de su negocio y transmite constantemente esos valores a sus empleados, directamente o por redes sociales; ellos trabajan motivados, con alegría y gratitud, porque su empresa cumple con las normas legales y éticas. Esto se manifiesta en una buena cultura de servicio al cliente.

Por la influencia de redes sociales como Instagram, TikTok y Twitter el riesgo reputacional ha aumentado y, por tanto, la aplicación de principios éticos desde que nace una start-up es más necesaria que hace 22 años, cuando cayeron en bancarrota algunas firmas, como Enron, Arthur Andersen Worldcom y Lehman Brothers, empresas deshonestas cuyas quiebras costaron billones de dólares y la pérdida de miles de empleos.

Al Ecuador le tomará una generación volver a la base del código moral en su población y renacer como una nación que vive una cultura apegada a principios éticos. Los empresarios y ejecutivos debemos trabajar arduamente para crear negocios y fuentes de trabajo que contribuyan al crecimiento económico con responsabilidad social y ambiental. Hay que tener el coraje para hacer lo correcto, y esto se logrará cambiando el sistema educativo, contando con más empresas éticas que sean transparentes, lideren con el ejemplo y promuevan un balance adecuado entre la rentabilidad y la integridad. (O)