Todos los liberales apoyamos la candidatura de Guillermo Lasso. Sobre todo, porque la alternativa significaba una vuelta a la dictadura correísta, inaceptable desde todo punto de vista. Luego porque el candidato, un empresario que manejaba ideas de corte liberal, tenía en su equipo de campaña personas identificadas con la tendencia. El triunfo incrementó esperanzas que no se vieron cumplidas en la conformación del Gobierno. Al pasar de los días las señales fueron mixtas. En septiembre se presenta el Plan de Creación de Oportunidades 2021-2025, el documento más importante generado por el régimen, que muestra su visión y troquela su acción futura. No es opinión de un libertario recalcitrante, sino la de un socialdemócrata activo y confeso, la del político y escritor Gonzalo Ortiz Crespo, quien afirma que, a despecho de los acápites con citas de conspicuos pensadores liberales, como Rand, Friedman, Bastiat, el Plan es “bastante más socialdemócrata que liberal”. Y no se le discute.

Ha pasado el primer semestre y algunos comienzan a ponerse nerviosos. Otros conservamos un hálito de esperanza, confiando en que, dada la complicada situación política, quieren afirmarse sobre el brioso potro del poder y, una vez logrado esto, acometer reformas serias. Tal el caso de la reforma laboral, porque lo propuesto son soluciones coyunturales, que contribuirán a complicar la ya enrevesada legislación en lugar de establecer un marco definitivo propicio para la creación permanente de empleo. No se diga que se critica sin hacer propuestas: fundaciones, los académicos y gremios con pensamiento liberal han generado centenares de volúmenes de proyectos útiles para el propósito. Se esperaban políticas encaminadas a provocar un despegue político y social, en la única dirección en la que otros países lo han logrado: libre emprendimiento, imperio de la ley y Estado mínimo. Y para paliar el desbarajuste fiscal de catorce años, atacar por el lado del gasto, sin aumentar las imposiciones.

Los correístas y mariateguistas no disienten, sino que obran con el propósito de tumbar al Gobierno y hasta de destruir la estructura republicana. Mal se hace en meter a los liberales en el mismo saco con ellos cuando piden alinear el rumbo en sentido en el que pensaron iría el país. Buscamos una igualdad concebida como igualdad de oportunidades, no de resultados. Solo una economía de libre mercado consigue generar riqueza suficiente para que toda la población salga de la pobreza extrema. Cierto, también produce grandes concentraciones de riqueza, pero la alternativa es la miseria mayoritaria que producen quienes quieren redistribuir sin producir, fórmula que, con altos y bajos, nos ha hecho perder un siglo. La solidaridad es una virtud loable, pero solo es tal si es voluntaria; búsquense otro nombre para las exacciones.

La libertad no es todo, pero es lo primero. Exponer esta posición dentro de la estricta legitimidad republicana no puede calificarse de obstruccionismo y menos igualarse con la subversión. Sabemos que el Gobierno de Lasso es la única alternativa, pero se quiere que esa alternativa sea óptima, que sea alternativa y no más de lo mismo. (O)