Si alguien aún duda del poder que tienen y la importancia que les da actualmente la política a los datos falsos o manipulados que circulan como oleadas en redes sociales, que mire ahora mismo hacia Brasil y constate la caótica realidad informativa que vive ese país en las últimas horas de una definición electoral que tendrá lugar mañana domingo, cuando elija a su nuevo presidente.

WhatsApp, que es la red social preferida para comunicarse por ocho de cada diez brasileños, es también ahora la gran autopista de las fake news electorales, que penosamente podrían ser definitorias en una segunda vuelta donde los márgenes de diferencia son extremadamente estrechos entre el retornado y perdonado judicialmente de sonados casos de corrupción Lula da Silva, líder indiscutido de la izquierda brasileña, y el actual presidente, exmilitar, que busca la reelección, Jair Bolsonaro, cara preponderante de la derecha extrema.

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El escenario muy posible de un recuento que defina al ganador, en estas circunstancias, debe ser más preocupante aún.

Veamos ejemplos de lo que se lanza a las audiencias sin remordimientos: desde el bolsonarismo se asegura que Lula va a cerrar las iglesias evangélicas, masivas en el Brasil de hoy, algo que el candidato izquierdista ha negado en innumerables ocasiones. En réplica, los troles en contra de Bolsonaro han disparado acusaciones que lo señalan como parte de una comunidad satánica y pusieron a circular videos en los que aparecía en reuniones masónicas. Peor aún, el derechista ha debido defenderse de señalamientos de canibalismo.

... si alguien todavía duda del poder real detrás de ciertos candidatos y las granjas de troles (...), mire entonces hacia Brasil.

Hay virulentas acusaciones de un “fraude” que favorecería a Lula y siembran dudas en el voto electrónico que se usa hace ya 25 años en el gigante sudamericano; o contra aquel cardenal de la Iglesia católica que salió a explicar que viste de rojo en las homilías porque ese es el color de su alta investidura y no porque pertenezca a la izquierda lulista.

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El caótico paisaje electoral ha llegado a tal punto de mentira y distorsión que movió ya a las autoridades: los jueces del Tribunal Supremo y el Tribunal Electoral ordenaron que la propaganda termine hoy y que las redes sociales deberán eliminar las fake news en menos de dos horas, bajo amenaza de fuertes multas. Cosa que muchos en Brasil saben que es difícil de controlar y más aún de sancionar.

Reitero: si alguien todavía duda del poder real detrás de ciertos candidatos y las granjas de troles que actúan en su favor, sin escrúpulo alguno, mire entonces hacia Brasil, donde el balotaje de mañana permitirá medir su eficacia y confirmar si como dicen los estudios sobre redes sociales, es fácil sembrar una noticia falsa porque las mayorías están más permeables a las malas noticias que a las que señalen una normalidad.

La tecnología podría volver a mostrar su faceta oscura, nefasta, que obviamente requiere operadores capaces de manipular. ¿El antídoto? Conocimiento y educación, la obra invisible que los gobernantes dicen querer para todos, deseo que, empero, puede fácilmente flaquear cuando el capataz de la granja de troles le muestra los apetecibles resultados que su siembra funesta consigue. Así nomás. (O)