¿Cuándo se es joven y cuándo viejo para el uso de redes sociales? Parecería que la edad ‘frontera’ ideal es 35 años, de acuerdo con las más recientes revelaciones de científicos de la Universidad de Harvard que, a contracorriente, han decidido desnudar todos los enfoques posibles de afectación, positiva o negativa, que estén provocando cambios en personas que parecen cada vez más ensimismadas en ese pequeño rectángulo brillante que se ha convertido en la prolongación de alguno de sus brazos.

La depresión generada por la tecnología, ya fuera de discusión, es lo que motiva a esta comunidad científica que ha empezado a dar muestras de responsabilidad social al poner en el banquillo a las joyas de la corona tecnológica, que son el nuevo orden mundial de la información y las interrelaciones humanas. Meses atrás esos estudios confirmaban que las jóvenes que utilizaban Instagram padecían de profundos pozos depresivos por la batalla de la imagen que esta red social impone, destapando testimonios de mujeres que admiten tomarse un centenar de fotos para escoger una que puedan ‘subirla’, aunque sea la de la pose más peligrosa o falsa.

La edad es, definitivamente, un factor importante, y ahora los científicos marcan más claramente una frontera: 35 años, que hace sentido con la cada vez más tardía desconexión del joven de su núcleo familiar, del que generaciones pasadas querían huir el mismo día del cumpleaños 18. Así, en la red Snapchat, por ejemplo, el ser mayor de 35 años les ha revelado que genera un riesgo de empeoramiento de síntomas depresivos de un 96 % más; pero en los usuarios que están por debajo de los 35, el riesgo es de 17 %. Situación parecida entre quienes consumen TikTok, la red social de la irreverencia y el poco o ningún temor al ridículo: los de más de 35 años muestran un riesgo depresivo mayor del 67 % al consumirla, pero en los jóvenes de hasta 35 aquel riesgo era del 36 %. Hasta aquí es claro que estas redes, como se sospechaba, deprimen menos a los jóvenes que a los viejos, pero en Facebook se observó el patrón opuesto: los jóvenes se deprimen tremendamente más con ella y por eso se la han dejado a las tías, para que intercambien fotos. Dicen los estudiosos de Harvard que los menores de 35 que se arriesgan a facebookear muestran un riesgo 2,60 veces mayor de que sus síntomas depresivos empeoren, es decir, un 160 % más. Mientras que los mayores de 35 años, campeones en esa red, muestran el riesgo a la baja, al 12 %.

YouTube, la red de los videos, que a ratos parece más general en su consumo, es de hecho la que menos empeoramientos mostró: un riesgo agravado de síntomas depresivos del 31 % en mayores de 35, pero en menores de 35, ese riesgo decayó en un 32 %.

Quizás esto ya lo sospechábamos, pero ahora que se puede confirmar y medir cómo están los niveles de depresión que nos trae la tecnología, los científicos de Harvard dejan como sugerencia que se siga investigando, pues esa situación puede ser el detonante de una serie de cambios sociales. La pregunta vuelve a ser ¿qué y cuánto tiempo deberá pasar para que en países como el nuestro esto sea afrontado con políticas de Estado? (O)