Lo improbable puede suceder y sucedió: una guerra. Hasta hace seis meses nadie lo preveía. La guerra es como abrir la puerta de una habitación oscura, nunca sabes qué ocurrirá; y la puerta se abrió nuevamente el 24 de febrero de 2022 cuando Rusia inició una acción militar contra Ucrania. Las guerras son un punto de disrupción en la historia de la humanidad, sus consecuencias políticas, económicas, sociales, tecnológicas, legales y ambientales recién empiezan a visualizarse y sentirse con fuerza: restricciones de los mercados, interrupciones en los abastecimientos de fertilizantes y productos agrícolas provenientes de Rusia, cesación de pagos, la subida del precio del petróleo, mayor utilización de monedas digitales, autoritarismo ganándole la partida a la libertad, la migración, olas de violencia, deshumanización, entre otras. Y entonces lo mejor que se puede hacer es aceptar los hechos que configuran la nueva realidad, visualizar sus efectos en corto y largo plazo en relación a la actividad o giro de negocio y a los objetivos que se propusieron, y a partir de ellos adoptar decisiones lo más rápido posible. Teniendo claro que las decisiones tomadas son temporales e imperfectas. Es así que los caminos a seguir emergerán en la medida que se avance en el entorno que se mueve. Diseñar la estrategia requerirá nutrirse de información, data y opiniones expertas para responder a las preguntas ¿qué hechos influyen de manera significativa? ¿Cuáles impactan desfavorablemente? ¿Cuáles impactan positivamente? ¿Cómo adaptarse ante las circunstancias? Más aún ¿qué hechos probables se pueden venir?

Es vital recordar hoy que todas las empresas tienen dos tipos de estrategias: la deliberada, que intencionalmente busca ejecutar, y la emergente, que es la manera de lidiar con los nuevos retos que se presentan de manera continua –como afirmó el autor Richard Rumelt, tiene más que ver con saber surfear la ola de la realidad que con tener una visión absolutamente cierta de lo que deparará el futuro–. Es entender qué fuerzas modelan esa realidad y cómo sacar partido de ellas más que conocer el estado final de las cosas. La estrategia se vuelve un proceso continuo de toma de decisiones específicas, medibles, retadoras y con un tiempo definido para ser ejecutadas y evaluadas.

Lamentablemente, para ciertos productos ecuatorianos el mercado ruso se cerró en el corto plazo, deben entonces encontrar vías para cobrar lo vendido y colocar los productos en otros mercados de la región, mitigando los impactos negativos de la mejor manera posible.

Más allá del cumplimiento de las metas, la gestión del día a día y el control presupuesto, hay que ganarle a la incertidumbre. La guerra es una gran maestra; no se puede tener una estrategia rígida, no se puede poner todos los “huevos en una canasta”, no se puede seguir siendo lento para decidir y actuar, hay un mundo más allá del negocio y es necesario tener una lectura integral del entorno para advertir hechos que impactan la empresa, al igual que un buen navegante en este siglo XXI hay que advertir el mal tiempo, saber navegar con viento en popa y en proa y hay que saber virar el velero y ajustar las velas cuando las condiciones del entorno cambian. (O)