Santiago Gangotena fue un ser diferente y polémico, liberal y creativo. Fue un personaje que habló con franqueza en una sociedad donde predomina la hipocresía. Crítico del Estado paternalista, en un medio en que la dependencia del poder convierte la libertad en palabra vacía. Revolucionó la universidad ecuatoriana. Se atrevió a cuestionar los prejuicios que empobrecieron a la educación en nombre de presuntas revoluciones. En opinión de algunos, incurrió en una locura, fértil locura cuyo testimonio y gratitud están en los corazones de los que pasaron por la universidad, y de la gente de buena voluntad que reconoce semejante empresa.

El fundador de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) inauguró las artes liberales en tierras de vocación conservadora. Propició que los abogados estudien arte; que los ingenieros lean los clásicos; que los administradores escriban bien; que los economistas no olviden la literatura; que los shuaras estudien medicina; que los estudiantes saraguros se incorporen a la modernidad, sin abdicar de sus tradiciones. Que los individuos entiendan la importancia de “ser buenas gentes”.

Santiago Gangotena, al tiempo que ejercía la academia y el rectorado, practicaba la cocina, era catador de vinos, viajero, conocedor de la cultura china, polemista y aficionado a la charla inteligente. Hablaba con antropólogos y pintores, con dirigentes indígenas y gente de élite. Discutía con juristas y renegaba de la burocracia. Cuestionaba a los políticos, odiaba los lugares comunes e incitaba a crear alternativas. Y, lo que a muchos timoratos incomodó, Gangotena se atrevió a ser distinto, a desafiar la conformidad y a construir, desde los sueños y la voluntad, una universidad diferente, la que hacía falta en un país anclado en la ortodoxia, la universidad en donde se puede ser artista o politécnico, joyero o investigador, chef o soñador. La universidad en la que todos son tratados con la igualdad que impone la dignidad humana.

El fundador de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) inauguró las artes liberales en tierras de vocación conservadora.

Santiago fue un creador de oportunidades. Si alguien le sugería una buena una idea, decía, sin más, “hazlo, queda a tu cargo”. Y las cosas se hacían con absoluta independencia, y casi siempre con éxito. Así nacieron muchos emprendimientos. Así surgió el Colegio de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco de Quito, en 1996. De ese modo creció y adquirió prestigio ese Colegio, que transformó la educación legal en el país, bajo la idea de que, antes que enseñar la letra de la ley, era preciso afianzar la cultura, entender la estructura social y explorar las complejidades del poder y la libertad. Que, para estudiar la Constitución, era preciso haber leído Política para Amador de Fernando Savater. Que era necesario que el alumno descubra que don Quijote creía en la justicia antes que en las normas. En fin, que la educación era, y es, cuestión de libertad y de compromiso, de osadía y sentido común.

La muerte de Santiago Gangotena, absurda y trágica, sin embargo, hace patente su legado. Y plantea el desafío de mantenerlo, de seguir adelante, de militar siempre por la libertad y jamás abdicar de la vocación de servicio. (O)