A su expresión de que “el odio ha pasado de moda”, Andrés Arauz agregó: “Si soy presidente, yo tomaré las decisiones”.

Recojo lo que podría entenderse es su intención: que no gobierne el odio en el Ecuador.

Una observación esencial: en democracia, las decisiones no son necesariamente del presidente, porque eso es en gobiernos autoritarios, proclives a imponer su voluntad, de lo que hay múltiples casos de los años recientes.

Si un gobernante no arrebata las competencias de los órganos y entidades del poder público, y respeta a los ciudadanos y a la institucionalidad, en buena hora. Lo contrario es el irrespeto a tales competencias, es dictadura con fachada falsa de democracia. Las expresiones de abusos del poder, intolerancia y autoritarismo pueden tomar diversas formas, las más graves las de arrasamiento de colectivos, de tortura –incluyendo la psicológica– y de humillación.

Recordemos el caso de Dayuma. En noviembre del 2007, la precariedad de las condiciones de vida de quienes estaban en el entorno del campamento Auca, de Petroecuador, llevó a su movilización. Con la mediación de la Iglesia católica se concertó una reunión el 30 de ese mes. Religiosas acompañaban a los pobladores. De improviso, llegó personal de fuerzas especiales, rompiendo todo al paso, no se respetó a mujeres, a niños ni a ancianos, sacaban aun desnudos a los pobladores y los lanzaban a los baldes de las camionetas, unos sobre otros, castigándolos con bejucos https://www.planv.com.ec/historias/sociedad/el-tiempo-no-pasa-dayuma. Al correato, en la Asamblea Constituyente, no le quedó otra cosa que la amnistía a los perseguidos por los hechos de Dayuma.

Y hubo, en el 2012, el caso de los presos de Luluncoto –mujeres y hombres, dirigentes estudiantiles y de maestros vinculados con el MPD que hasta el 2008 había estado con Correa y se le separaron–. Fueron sometidos a condiciones de tortura.

Cuando el juzgamiento a los directivos de EL UNIVERSO y a quien había sido el editor de Opinión, Emilio Palacio, la orden fue que a la salida de la audiencia en que participó el propio presidente Rafael Correa, julio del 2011, agredan a Palacio con huevos y escupitajos.

Cuando trajeron a Galo Lara desde Panamá –noviembre del 2014– lo hicieron con cadenas en el cuerpo, grilletes en los pies, para lo que lo dejaron sin zapatos, porque le quitaron los de diabético, y esposas. La imagen era como de captura cruel de una especie animal. Y hasta a los ‘propios’ se los vejó, para que así queden rebajados a solo ser sometidos y pierdan cualquier rezago de dignidad.

Cuando el correato, en marzo del 2007, llevó a Quito a 21 diputados suplentes para que remplacen a los que se estaba destituyendo, desde el propio correato salió el soplo dónde se reunían, cayó la prensa y los reunidos quisieron protegerse con los manteles del comedor, por lo que quedaron identificados como “los diputados de los manteles”. Terminaron desapareciendo de la escena política.

Si el expresidente Correa es gravitante en el próximo gobierno, ¿él perseguirá a quienes han sido sus críticos? ¿Será esperable que no se cumpla aquello de “genio y figura hasta la sepultura”? (O)