Patricio Carrillo, general de Policía y ministro del Interior del gobierno de Guillermo Lasso, en referencia al reciente amotinamiento de los internos del Centro de Rehabilitación Social CRS 6 Turi: “Vamos a limpiar el establo de Augías en que se ha convertido el sistema penitenciario”.

El anuncio convierte, por autodeterminación, al excomandante de Policía del gobierno de Lenín Moreno y, en un acto de consecuencia ideológica, el hoy ministro del Interior del gobierno de Guillermo Lasso, en el mítico Hércules. La limpieza del establo de Augías es una referencia de la mitología griega sobre los 12 trabajos de Hércules –limpiar los estables de Augías que por 30 años acumularon mierda de ganado, era su quinta tarea– y ha sido aplicada como analogía por el ministro al que se le responsabiliza del excesivo uso de la fuerza durante las manifestaciones sociales de octubre del 2019, para referirse a lo que planifica ejecutar en las cárceles del país, a propósito de la muerte violenta de 20 internos del CRS Turi. La analogía no deja de tener un tufillo de fascismo velado.

La rehabilitación social, por mandato constitucional, es una tarea que implica la reinserción de quienes son infractores de la convivencia civilizada de los seres humanos. Implica el pago de la culpa previo a que el Estado restituya los derechos perdidos en la sentencia para resarcir dicha infracción. Y es exactamente lo que hoy no hace el sistema penitenciario ecuatoriano que descuidó sus tareas y dejó que una mafia violenta tome su control. ¿Quién es el responsable de esta catástrofe carcelaria? El jueves 17 de marzo, unos quince días antes de la reciente masacre en Turi, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió desde Washington el informe de su trabajo de supervisión de la realidad carcelaria en el Ecuador y concluyó que la “ausencia de control efectivo por parte del Estado de las cárceles, sistemas de autogobierno, corrupción e insuficiencia de personal de seguridad” son, entre otras, las causas que han provocado la actual situación carcelaria.

Según el reporte del informe, publicado en EL UNIVERSO, “… el Estado reconoció que las cárceles en donde han ocurrido los hechos violentos de esta crisis están siendo dominadas por grupos del crimen organizado, incluso vinculados con bandas internacionales. Y que eso habría derivado en que los centros se rijan en la práctica por sistemas de ‘autogobierno’, lo que implica que el control intramuros sea ejercido por parte de las propias personas detenidas”.

La alusión de “limpieza” (hacer que un lugar o colectividad queden libres de los elementos que se consideran sobrantes o perjudiciales, según la tercera acepción de la RAE), expuesta por el hercúleo Carrillo, fue nuevamente utilizada esta semana por el propio presidente Lasso, desde su comparecencia en Carondelet. Y no es poca cosa. El Gobierno ha empezado por dar pasos con acierto, como el traslado de cabecillas a otros centros reclusorios. Pero no puede dejar de lado la exposición semántica de lo que cree que es la rehabilitación social: un derecho, y no una limpieza. Y lo que es el ministro: un expolicía, y no Hércules. (O)