Luego de una evaluación al programa de huertos urbanos municipales implantados al inicio de la pandemia, se ha determinado que la mayoría superaron la dura etapa de paralización total o abandono parcial de sus principales celadores, afectados unos y fallecidos otros, por la infección intensa por COVID-19 en algunas zonas urbanas del cantón, sobrepasando etapas críticas, rápida recuperación y, treinta de ellos, continúan ofreciendo suficientes verduras y hortalizas en cantidades que suplen a igual número de comunidades de sus requerimientos diarios, lo mismo podríamos expresar de otros de carácter privado instalados como emulación de los públicos.

Esa cuantificación permitió establecer que el 85% de los participantes, la mayoría mujeres, adoptó las prácticas agronómicas para la instalación y cuidado de estos llamativos espacios que emergen en medio del caluroso asfalto, entregando porciones frescas de vegetales no solo verdes, sino también coloridos, creando una atmósfera para la inspiración pictórica, ambiente adecuado al esparcimiento, a la descarga de emociones perjudiciales y recargas de nuevas energías, motivadores eficaces de emprendimientos de nuevos desafíos, entorno idóneo para actividades productivas en el frondoso campo comercial de huertos urbanos en áreas reducidas, perfecta comunión del hombre con la naturaleza e inigualable mejoradores de salud física y mental. Llamó mucho la atención para el análisis social y psicológico que el 25% de los consultados en una encuesta señaló que el trabajo con plantas les sirvió de terapia antiestrés en los momentos más perturbadores del confinamiento.

Las espontáneas respuestas abren un horizonte para un mundo nuevo, utilizando la siembra en grandes urbes, para que sus habitantes, envueltos en explicables instantes de ansiedad, fatiga y depresión, alcancen la tranquilidad y el sosiego que el intenso trajinar de la vida diaria conduce. Esos escenarios de cementeras, tan pequeñas pobladas de vegetales de frutos, hojas, raíces y flores degustables, tienen la virtud de crear momentos de distensión, recreo y hasta descanso con solo contemplar pasivamente el crecimiento de esas vivificantes estructuras, provocando una relajación natural, normalización de la frecuencia cardiaca, en medio de una sensación de paz y sublimación de la autoestima.

El entusiasmo y esfuerzo puestos de manifiesto en este programa por la visionaria alcaldesa Cynthia Viteri Jiménez, en concordancia con el vibrante llamado de la ONU de aumentar el consumo de verduras y hortalizas y su decisión de masificar estos prodigiosos enclaves de aroma y ensueños, hasta alcanzar la meta de quinientos en el presente año, son presagios de una naciente agricultura citadina, con una proyección mayor en virtud de su resolución de concluir la construcción de la planta de compostaje; fuente de provisión de materia orgánica para los planes verdes de la ciudad y las parroquias rurales. Estos fascinantes vergeles no sucumbieron a los momentos candentes de la primera ola de la pandemia y se aprestan a seguir supliendo nutrimientos a un buen número de vecinos hasta derrotar al invisible maligno. (O)