Mientras los candidatos presidenciales han continuado recorriendo el país para hacer campaña, el resto de nosotros hemos tratado de escondernos de este infernal coronavirus. Ha pasado más de un año del primer caso de COVID-19 en Ecuador y siento que han pasado diez, pero tampoco ha pasado un día. Estamos en el mismo lugar que en abril de 2020, desesperados por camas de hospital, medicamentos y oxígeno, y enterrando más muertos que los anticipados.

Según las promesas, el próximo presidente ecuatoriano se enfocará en la vacunación para enfrentar la pandemia. El problema es que al paso de tortuga que imponen la oferta mundial y nuestras capacidades institucionales, la inmunización masiva es insuficiente para recuperarnos social y económicamente en el corto plazo. Un ejemplo de las limitaciones de esta estrategia es Chile, donde aun cuando más de una tercera parte de los habitantes ha recibido al menos una dosis de la vacuna hay más casos diarios de infecciones que hace doce meses.

A pesar de la trayectoria inmisericorde de la pandemia en esta parte del mundo, estamos lejos de lograr una inmunidad poblacional. Además, el costo de ir a su encuentro ha sido muy alt0. En Suecia, donde no se ha suprimido la transmisión y continúan las infecciones y muertes, solo ha habido 7,9% de muertes en exceso en 2020. En el mismo periodo, nuestro país llegó a 71%.

Un estudio recientemente publicado describe el panorama desalentador de la capacidad diagnóstica de nuestro país. Tenemos tantos miles de pruebas PCR pendientes de procesar y reportar, y tan bajo número de estas pruebas per capita, que el Gobierno en realidad está respondiendo a ciegas. Eso significa que insistir en el “estándar de oro de una prueba confirmatoria” es desaconsejado y más bien debemos iniciar un sistema de seguimiento sistemático e integrado (a través de establecimientos privados y públicos) de casos diagnosticados clínicamente. De hecho, deberíamos guardar las muestras no procesadas oportunamente para un estudio forense posterior y empezar de cero con casos probables. Si los laboratorios no se han igualado en un año, no lo van a hacer ahora.

La iniciativa no-COVID, que tiene como objetivo la eliminación del nuevo coronavirus, como se ha logrado con el sarampión y la viruela, ha sido llevada a cabo en países como Alemania. A diferencia de Ecuador, donde se establecen restricciones cuando la curva de transmisión está crecida, el énfasis reside en procurar y mantener “zonas verdes” o libres del nuevo coronavirus. Es cuestión de buscar los documentos que hay al respecto o reunirse con sus promotores, que por cierto vienen de varias disciplinas, no solo médicas.

Va siendo hora de que cambiemos de dirección, pues la que hemos seguido definitivamente no funciona. Un primer paso sería volver la toma de decisiones completamente transparente, lo cual involucra crear una comisión permanente, con nombres y apellidos de sus integrantes, que sobreviva los continuos cambios de autoridades y personal de las instituciones del Estado. Los criterios para conformarla también deberán ser públicos y claramente selectivos. (O)