“Sobre la arena el insensato edificó su casa”, dice un pasaje bíblico. El subdesarrollo, en el cual parecemos hundirnos cada vez más, tiene diferentes teorías respecto de su origen: unos se lo atribuyen a la cultura o a la geografía. Daron Acemoglu y James A. Robinson se lo atribuyen a la falta de instituciones. Para estos economistas, instituciones débiles edificadas sobre arena son las que no permiten el crecimiento económico en los países en vías de desarrollo.

Este sábado se cumple un año más de una de las arbitrariedades más grotescas que ha vivido el Ecuador desde el retorno a la democracia y que representa esa debacle de intuiciones: la destitución de 57 diputados de la mayoría parlamentaria constituida por SP, PSP, UDC y Prian. Seguramente usted recuerda, señor lector, el famoso y vergonzoso episodio de los “diputados de los manteles”, en el cual el entonces Tribunal Supremo Electoral no solo destituyó a los diputados que fueron elegidos por una mayoría de ciudadanos meses antes, sino que además suspendió por un año los derechos políticos de estos legisladores. Los diputados de la minoría aplaudieron esta decisión y a las turbas que agredieron a algunos de los depuestos. Acusaron a la mayoría parlamentaria de armar una estrategia de confrontación para desprestigiar la consulta popular, la cual aprobaría la instalación de una Asamblea Constituyente que redactaría una nueva Constitución. Días después, el Tribunal Constitucional (TC) ordenó que se reintegraran 50 de los 57 legisladores. El presidente Correa condenó el fallo del TC; el Congreso, una vez que contó con una ilegítima mayoría oficialista, aprobó la destitución de los nueve vocales que integraban el TC.

Un mes después se llevaba a cabo la consulta y se aprobaba la Asamblea Constituyente, la cual disolvió el Congreso y ejerció facultades plenipotenciarias. Meses más tarde, teníamos Constitución nueva, edificada sobre arena.

Quizá con estos hechos debimos intuir el porvenir de los años posteriores, los cuales sumaron varias arbitrariedades por el estilo. En el 2015, con Constitución garantista en mano, lograron la “reelección indefinida” vía Asamblea Nacional. A los ciudadanos, quienes debíamos elegir indefinidamente o no, nadie nos preguntó.

Casos como esta forma de empezar un nuevo capítulo constitucional en la República, el desvío de los fondos recaudados para subsanar las consecuencias del terremoto, la repartición de los hospitales que salió a la luz en la peor crisis sanitaria, social y económica del Ecuador, la barbaridad alrededor del plan de vacunación del COVID-19 o la reciente masacre en las cárceles del Ecuador responden a una crisis de institucionalidad. Lo contrario serían instituciones sólidas: “Sobre la roca, el sabio, su casa edificó”, dice el mismo pasaje.

Si el COVID-19 nos hundió en una profunda crisis económica, el proceso de vacunación ha sacado a relucir lo peor de la sociedad a través del abuso de poder. Esto confirma la teoría de Acemoglu y Robinson y demuestra que el uso de instituciones a conveniencia es lo que nos tiene sumergidos en la arena movediza del subdesarrollo. (O)