July Ayoví es una mujer afroecuatoriana de 39 años, con una niña de 10 años y un bebé en camino, con muchos deseos de superarse. Tiene una carrera en educación, pero no consigue trabajo. Vive en el sector de las Malvinas desde hace 39 años. Cuando el barrio era un lugar de manglares, casitas de caña, puentes peligrosos, altos y extensos y sus padres hacían largas filas para tener el agua que llevar a sus hogares que se encontraba a 20 cuadras de distancia. Así comenzó su intervención en la ceremonia de posesión de 63 jueces de paz, realizada el 11 de octubre en Guayaquil.

Y continuó: “El sector ha mejorado, ahora tiene alcantarillado y servicios básicos, pero hay altos índices de delincuencia, proliferación de drogas. Para vivir mejor necesitamos salir de la pobreza, salir de la delincuencia, que nuestros jóvenes no se destruyan día a día con el consumo de estupefacientes que les hace tanto daño a ellos, a sus familias, a la comunidad.

“Quiero ofrecer mis talentos y habilidades al servicio del sector y así promover el bien común para todos.

“Ser jueza de paz es una oportunidad que el Municipio y el Consejo de la Judicatura nos brindan para promover paz en cada barrio y mejorar el acceso al sistema de justicia ordinario. Este es el cambio que cada sector estaba esperando para sentirnos asociados a la construcción de nuestra ciudad. Vamos a utilizar el diálogo, la conciliación y otros métodos tradicionales practicados por las comunidades afroecuatorianas y por la sabiduría de nuestros mayores, para poner fin a problemas que tienen solución si nos escuchamos. Y tenemos voluntad de entendernos.

“Queremos que los moradores no duden de que tienen un equipo de personas, sus vecinos, dispuestos a brindar su tiempo y sus conocimientos para lograr un barrio seguro donde nos sintamos familias y protegidos unos por otros”.

Y Manuel Espinoza, promotor de paz del barrio de la Florida, conmovió a todos, diciendo que él era un ex preso, que ahora trabaja por la paz y ayuda a sus vecinos a escucharse a entenderse, a buscar soluciones nuevas y creativas a problemas viejos. Porque si no resolvemos los problemas, si siempre tenemos las mismas dificultades es porque nos hemos quedado encerrados en una sola manera de ver los conflictos.

Manuel ha incorporado dos barrios conflictivos del norte de la ciudad al proceso de jueces de paz y está buscando hacerlo con otros sectores. Es el portavoz visible de que los cambios positivos son posibles, que requiere voluntad de los involucrados, capacitación, acompañamiento y confianza del resto de la sociedad que muchas veces los estigmatiza y les cierra las puertas.

Muchas historias humanas conmovedoras, interpelantes, si pudiéramos conocer los relatos de cada juez. Hay amas de casa y profesores, abogados, y carboneros, cerrajeros y rectores de colegio, funcionarios públicos y vendedores ambulantes, modistas, pescadores y campesinos, jubilados y jovencitas que dicen que los jóvenes quieren cambiar el mundo y ellas se ofrecen para intentarlo.

No le faltarán el respeto siendo tan joven, le preguntan a Byper. No, responde segura desde la belleza y frescura de sus 20 años, con las casas del Fortín, su barrio, como fondo. Yo me respeto a mí misma, los demás también. (O)