Cuando en un sistema democrático, en un Estado de Derecho, la balanza entre sus pesos y contrapesos no mantienen el equilibrio necesario para la supervivencia de la democracia, se introduce deliberada y paulatinamente su virus destructor: las 3 P: el populismo, la polarización y la posverdad, a lo que denomina el politólogo Moisés Naím, la “antipolítica”; producto del desencanto y fraude a la confianza que depositó la ciudadanía en sus gobernantes y en el sistema, que finalmente lo derrumba al grito de ¡que se vayan todos!

Ante esta realidad, para ayudar a mantener la democracia, solo nos queda reforzar la función ejecutiva...

Hemos padecido de estas crisis en anteriores oportunidades. Dos de las tres funciones están completamente corroídas por este virus. Cuando la infección llegó a invadir la función ejecutiva, generó golpes de Estado que pusieron en serio peligro la supervivencia de la democracia.

La ejecutiva es la llamada a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes. El peso gravitacional. Utilizada y abusada. Esparciendo males su titular durante diez años, la convirtió en una caja de Pandora. Guillermo Lasso, nuestro elegido, fiel a su juramento constitucional, cuenta solo con la esperanza oculta. Permanece impotente, maniatado por limitaciones constitucionales preconcebidas, de las que abusan crónicamente un reducido grupo poblacional, sometiendo al Ecuador entero a sus pretensiones mediante chantajes y desmanes, que solo pueden ser neutralizados mediante diálogo constructivo corrigiendo la preterida atención a sus necesidades.

Ante esta realidad, para ayudar a mantener la democracia, solo nos queda reforzar la función ejecutiva, única fuerza que aún arduamente la sostiene, haciendo respetar el Estado de Derecho, a la que debería responder, con la conformación de una concertación nacional ciudadana, no a un simple encuentro incierto, deseado pero improbable, porque ninguno puede ver dónde está el otro.

Esta necesaria concertación nacional, como sistema de gobierno, sin polarizaciones entre “ingenuos” y “políticos”, con la colaboración del anticorreísmo que lo llevó al poder, conformado por ecuatorianos patriotas ajenos a su círculo político, pactando, compartiendo honestamente el poder, sin concesiones repudiables, y tomando conciencia de su verdadera fuerza electoral, hace imprescindible el reajuste ejecutivo del plan de gobierno inicial, cediendo, a pesar de que pueda contrariar su filosofía política, permaneciendo siempre el presidente, como eje transversal en el que todos deben girar.

Constituye la única fuerza capaz de soportar esta crisis de nuestra democracia, ante el peso actual de la generalizada antipolítica alimentada por conspiraciones de golpistas, que el correísmo y la wiphala, cual siameses sediciosos, proclaman diariamente ¡que se vayan todos!

Su impunidad ya programada a las “judicializaciones”, con una nueva amnistía legislativa, reeditando la anterior con una Comisión de la Verdad, esperamos expectantes sea enervada por la Corte Constitucional, con su dictamen de inconstitucionalidad de la de octubre, en los recursos interpuesto sin resolver. ¡Enorme la responsabilidad! (O)