Miles de ecuatorianos elevan plegarias por una inseguridad nacional que los aterra; por la peligrosa guerra ‘mundial’ en Eurasia; por una economía esquiva y un desempleo implacable; por la sensación de ingobernabilidad y desprotección social sin un horizonte esperanzador. Todo esto acumula miedos y configuran una salud mental en estado crítico, sin una política de Estado eficaz para enfrentarla. En medio de esta ansiedad popular que constriñe estómagos y aprieta gargantas, surge el fútbol como paliativo liberador; aunque su efectividad sea de corta duración.

En el artículo ‘¿El opio de quién?’ del 2017 exponía la relación entre política, geopolítica, religión, tecnología, redes sociales y el fútbol demonizado como adormecedor de conciencia. Citaba a Jorge Luis Borges, quien lo consideraba algo absurdo, pueril, estúpido, el opio de los pueblos; y a Rudyard Kipling, que se mofaba de “… los embarrados idiotas que lo juegan”. Acusaban a la pelota de causar la indiferencia social del individuo llevándolo a evadir su aquí y ahora. Ven al fútbol como un opioide que tiene al ciudadano en una burbuja, impidiéndole cuestionar su presente. Algo discutible; existen países con otra radiografía económica-política-cultural y un tejido social fuerte rendidos a este deporte, sin menoscabo de su capacidad crítica.

Estallido de alegría en Ecuador por el debut ‘inolvidable’ de la Tricolor en el Mundial 2022

Quizá la causa del aletargamiento de las masas no esté en el fútbol, sino en la incapacidad de algunos Estados de garantizar a sus ciudadanos el acceso a salud –incluida la mental–, educación, empleo, cultura, seguridad social, permitiéndoles aportar al desarrollo socioeconómico con pensamiento crítico para disponer y disfrutar de avances tecnológicos, creencias, deportes, sin perder su rol de mandante fiscalizador, obligando a sus autoridades a estar atentas a las necesidades comunitarias y sus soluciones.

El Mundial de Qatar 2022 se genera entre denuncias de presuntas atrocidades en la construcción de los estadios. Muchos países participantes viven convulsiones internas y la geopolítica mundial está inflamable. Sin embargo, hay una especie de resiliencia colectiva, una aceptación de realidades orbitando –misiles, dolor y goles– sin importar el desenlace. Para muchos, el fútbol no constituye un opio adormecedor, sino más bien representa un analgésico que atenúa los dolores de tanta crisis existencial contenida, la salud mental deteriorada de un pueblo que olvida sus miedos e inseguridades, su angustia por las calamidades persistentes, el desempleo agudo, la política decepcionante, y se aferra a esos goles, proporcionándole momentos de alegría.

Ministerio de Educación autoriza ver en planteles los partidos de Ecuador por el Mundial Qatar 2022

La alegría estalló con gritos y bailes en varias ciudades de Ecuador tras el histórico triunfo 0-2 de la selección del país andino ante el equipo anfitrión del Mundial de fútbol Qatar 2022.

Política, economía, negocios, televisión, redes sociales, religión, cultura giran en torno al fútbol en este mundo globalizado. Este genera emociones positivas en pacientes desahuciados, niños hospitalizados, amas de casa, obreros, profesionales, etcétera. Este calmante mundial efectivo al alcance del pueblo expirará el 18 de diciembre con el último grito de gol; ojalá ecuatoriano. (O)