El Campeonato Mundial de Fútbol que se desarrolla en Qatar es un acontecimiento global que convoca el interés de todo el planeta. Ahí, ante la mirada del mundo, se muestra la diversidad cultural representada por los treinta y dos países que llegaron a esa etapa de una de las más importantes competiciones deportivas. Pero los países de la Tierra son casi doscientos, agrupando cada uno de ellos a culturas propias y únicas que conforman naciones que a su vez constituyen Estados con representación política en los organismos internacionales.

Somos muchos y muy distintos. Esa enorme riqueza de la diversidad no siempre fue preservada y tampoco lo es en la actualidad. Las naciones que llegaron históricamente a someter a los otros buscaron imponer su cultura a quienes derrotaron, los cuales ciertamente hubiesen procedido de igual forma de haber sido ellos los vencedores. Así, a lo largo de la historia y en todas las latitudes, la diversidad ha cedido ante los modelos civilizatorios de los más fuertes. Hoy, comprendemos mejor la importancia de preservar identidades propias a cada pueblo. Sin embargo, persisten con fuerza formas de pensar que excluyen otras que son diferentes en distintos aspectos: religiosos, éticos, políticos, económicos…

Cosas para descubrir sobre la cultura qatarí, una mezcla de lo antiguo con lo moderno

Imaginémonos perder el aporte de la visión del mundo que proviene de árabes, africanos, siberianos, mongoles, sudamericanos, indios, chinos o de cualquier otra cultura. Sería y es una catástrofe tan grave –con las debidas diferencias– como la extinción de especies animales o vegetales. Lo diverso es vital y lo unidimensional decadente. Pero el poder global condiciona la cultura y posiciona sus criterios pese al discurso de inclusión y respeto que atraviesa declaraciones y tratados internacionales, así como constituciones y leyes nacionales. Lo que es impuesto como correcto culturalmente en el mundo no es lo de todos, sino solamente lo de algunas naciones que controlan económica y militarmente la política global.

Ateísmo, laicismo, liberalismo y otras categorías que en Occidente son reivindicadas como supremas formas de la evolución social, en otros países no son vistas así. Por eso, a modo de ejemplo y siempre en el Mundial de Fútbol, los jugadores árabes se prosternan y agradecen a Dios cuando sienten que deben hacerlo, también lo hacen los futbolistas ecuatorianos que se persignan y encomiendan espiritualmente. Quienes, entre nosotros, no comprenden esas formas de ser, con supina necedad las estigmatizan, porque en realidad ellos son superficiales y acríticos seguidores de lo que culturalmente viene de uno de los epicentros del planeta y luchan para destruir lo diferente e imponer conceptos que nunca pueden ser considerados como universales.

El mundo árabe es distinto, como lo son muchos otros. Su aporte a la humanidad a través de sus inventos, idioma, ciencia, gastronomía, música, medicina, educación y otras innumerables formas culturales es tan grande que somos sus beneficiarios por todo lo recibido. Su civilización es una de las más importantes y sus criterios, los compartamos o no, forman parte del inmenso y rico escenario de la historia universal. (O)