La Corte Constitucional del Ecuador es probablemente lo mejor que nos dejó el régimen de Lenín Moreno. Y ha sido la institución que ha salido al frente a resolver enredos políticos y/o sociales de gran envergadura.

Desde esta columna hemos cuestionado y elogiado algunas de sus resoluciones; pero estemos o no de acuerdo con ellas, de largo, es la institución más respetable que le queda al país. Y haríamos mal en concluir que, si algún fallo no nos gusta o no conviene a nuestros intereses, entonces, esta Corte no sirve, esta politizada o peor aún habría sucumbido al hombre del maletín.

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Digo esto, a propósito de la reciente resolución respecto del juicio político al presidente de la República, quien se ha manifestado de forma respetuosa ante el fallo adverso, actitud que amerita reconocimiento.

Porque ya han salido voces, algunas educadas y otras fanáticas, a querer buscarle la quinta pata al gato. A querer lanzar basura sobre la Corte, sin comprender, que concluir presión política o corrupción sobre los seis jueces que admitieron el juicio político, equivale a lo mismo para los tres jueces que votaron en contra, solo que desde el bando contrario.

El sueño constituyente

No cabe la menor duda de que la política no es más que el reflejo de la sociedad; una sociedad acostumbrada, con honrosas excepciones, a las malas prácticas, a la impunidad y a la relatividad extrema en toda clase de valores y principios, que, por lo mismo, no puede exigir políticos ni funcionarios públicos muy diferentes.

(...) hacemos votos porque, sea cual fuere el desenlace del juicio político, se respete la institucionalidad democrática...

Una sociedad en que, algunos medios de comunicación, entregados a la pauta, dan espacio a cualquier porrista de políticos de turno, disfrazado de “periodista” o “comentarista político”, para hacer activismo desde un espacio que debiera ser utilizado para informar de manera objetiva a la ciudadanía. Medios en los que los contenidos se estructuran, no en función de políticas editoriales o manuales de técnica periodística, sino de una estrategia de comunicación política del gran anunciante político, sea este, nacional o seccional.

Fernando Villavicencio expuso ante la Corte Constitucional ‘trabas y actos de mala fe’ de asambleístas que impiden avanzar en el juicio político contra Guillermo Lasso

Una sociedad con ausencia de los otrora poderosos gremios, que salían al frente a exigir a los políticos por mejores estándares, que fueron protagonistas de gestas heroicas y que hoy han quedado reducidos, en unos casos, a maletas viajeras y cortesanos de palacio, que aplauden como foca al gobierno de turno y en otros, a verdaderas alfombras de líderes anarquistas con agenda política totalitaria.

Un Ecuador en el que casi todo se consigue por la izquierda, y en el que la capacidad de alcanzar objetivos muchas veces depende de la chequera o de los “contactos”, no puede tener el descaro de exigir políticos suizos o funcionarios públicos con estándares británicos, y menos aún, pretender señalar a esta Corte Constitucional, que, molesta a la derecha y a la izquierda, al oficialismo y a la oposición, como buena señal de que está haciendo su trabajo.

Desde esta columna hacemos votos porque, sea cual fuere el desenlace del juicio político, se respete la institucionalidad democrática y sobre todo, el respeto a las actuaciones de esta Corte Constitucional, que la protege, para gusto y disgusto de unos cuantos. (O)