Canadá es el primer país del mundo que adoptó el multiculturalismo como política nacional en 1971, reconociendo el aporte de las diferentes culturas y migraciones en el bienestar y desarrollo del país. Sobre todo la migración de países europeos y asiáticos. Pero no siempre fue así. Les resultó y les resulta muy difícil aceptar la diversidad que tienen en sus propias entrañas, desde la presencia y cultura indígena que los blancos europeos, sobre todo franceses e ingleses, intentaron borrar.

La política dejó un trauma en generaciones enteras de niños indígenas, que se vieron obligados a abandonar sus idiomas nativos, hablar inglés o francés y convertirse al cristianismo, como resultado de una medida que los aisló de sus comunidades y los encerró en internados, fríos, insalubres. Sufrieron maltratos de todo tipo, sobre todo psicológicos, sexuales. Recientemente se anunció que se habían encontrado los restos de 215 niños cerca de la ciudad de Kamloops, en el sur de la provincia de Columbia Británica y que algunos de los restos son de niños de tan solo tres años.

En 2015, se estimó que unos 6.000 niños habían muerto mientras estaban en internados. Hasta el momento, se han identificado más de 4.100 menores. Las muertes ocurrieron desde 1900 hasta 1971. Se quería desaparecer lo indígena en los niños y terminaban desapareciendo niños. En 2017, el primer ministro Trudeau le pidió al papa Francisco que ofreciera disculpas públicas, pues la Iglesia católica administraba esos internados. Eso no ha ocurrido todavía. Otras iglesias sí lo han hecho. Es lo mínimo que se espera en un Canadá traumatizado por los descubrimientos, de los que se esperan aún más hallazgos, pues se está utilizando tecnología de punta con ese fin.

La manía de los seres humanos de creerse superiores a otros, por su raza, lengua, color, vestimenta, manera de alimentarse, de bailar, de celebrar, lleva a las peores aberraciones. En nuestros días tenemos múltiples manifestaciones de esas creencias. No solo en el mundo occidental blanco, de influencia europea y cristiana. En culturas africanas y asiáticas se viven realidades similares o peores. Guerras tribales, campos de entrenamiento a la cultura y sistema político imperante. Nepal. Corea del Norte. China.

Nadie parece estar exento de creerse en algún momento, como persona, ciudadano, país o región, superior a los demás y de actuar para que los demás se adapten a lo que creemos o desaparezcan. El nazismo fue uno de los mayores exponentes con toda la secuela de intereses económicos y políticos que alimentaban un odio soterrado.

La pandemia ha puesto en evidencia las enormes diferencias entre países llamados desarrollados donde se acumulan las vacunas, y los pobres, donde estas no llegan. También nos mostró quiénes son los que necesitamos en primera línea, sin los cuales no podemos vivir. Hemos aprendido que nuestras vidas dependen de muchos factores, animales, bacterias, plantas y quehaceres humanos. Constatamos que el difícil equilibrio que nos mantiene en vida depende de muchas cosas que no se ven. Los aprendizajes humanos requieren tiempo, toman más de una vida humana, el futuro se nutre del pasado muchas veces doloroso que lo engendró.

¿Hora de preguntarnos: a quiénes nos creemos superiores? (O)