El haber sido número uno del mundo en tenis para Pancho Segura antes de lo que se llama la era abierta; el haber conquistado para el Peñarol el campeonato mundial interclubes siendo él el gran protagonista más ser el máximo goleador histórico de la copa libertadores de América para Alberto Spencer; el Roland Garros de Andrés Gómez y haber sido simultáneamente top 4 en singles y número uno del mundo en dobles más sus 54 títulos ATP en singles y dobles en 86 finales; el haber ganado la medalla de oro olímpica y una de plata más tres campeonatos mundiales de marcha para Jefferson Pérez; y hoy la medalla de oro de Carapaz, más los podios en las tres grandes vueltas, constituyen los elementos que forman los cinco dedos de una mano, que levantamos orgullosos los ecuatorianos para enseñar a aquellos que son las máximas glorias del deporte ecuatoriano en la historia.

Todos ellos caracterizados por la humildad, la disciplina, el trabajo, la perseverancia, y con la excepción de Andrés Gómez Santos, de origen más bien sencillo, sin recursos, y con una niñez estrecha en comodidades.

Pero hoy es Carapaz, Richard Carapaz, quien merece que se hable sobre él. Es posiblemente ya el mejor deportista ecuatoriano de todos los tiempos, pues ningún hombre en la historia ha hecho podio en las tres grandes vueltas: España, Italia y Francia, y además se ha podido colgar la medalla de oro olímpica en ruta.

Las grandes vueltas son las pruebas “reinas” del ciclismo. Pero en ellas el ciclista es pare de un equipo. El Ineos, al cual pertenece Richard, tuvo 8 ciclistas en la alineación que participó en el Tour de Francia. Tienen una estrategia, en la cual uno de esos miembros del equipo es el líder y los otros pedalistas, llamados gregarios, trabajan para ese líder. La estrategia se la estudia en grupo, con un cuerpo técnico, y el líder pide a los gregarios en qué momento atacar, desprenderse, ir adelante o aguantar. Los ciclistas tienen un equipo de radio, con el cual hablan, consultan y reciben instrucciones, información de cómo van los competidores de otros equipos, y en base a eso toman decisiones. Los acompañan varios vehículos, con bicicletas de repuesto, hidratantes y todo lo necesario para apoyar a los ciclistas.

En la competencia olímpica no hay ese soporte. No hay una estrategia de equipo excepto en pocos países que tienen varios competidores que clasifican; no hay una radio que esté operando, ni el gigante apoyo del equipo profesional. Tanto es así, que solo había otro ciclista ecuatoriano y que usaron el vehículo de Costa Rica para apoyarse.

Por lo tanto, su mérito personal, su logro individual, no se lo puede quitar nadie, y a pesar de nunca haber tenido apoyo en su país y de que no creían en él, dice al final de su Twitter: ¡Gracias, Ecuador!

Merece en esta gesta mención Jonathan Narváez. ¡Cuánto habrá ayudado a Richard ver la palabra Ecuador en otra camiseta, leerla, y pensar en el sueño de todo un país! Testigo de privilegio, Narváez acompañó a su amigo y colega en esta ruta hacia la gloria inmortal, y podrá ser un gran analista de esta gesta, explicando como profesional lo que vio, y cómo esta hazaña se dio. ¡Ojalá nos dé su versión!

Hoy vuelve a la memoria de los ecuatorianos la bicicleta de la chatarra, el niño al cual le decían que deje el ciclismo, el valor de un padre emprendedor, de una madre dedicada a su familia, pero, por sobre todo, la voluntad de avanzar, de superar metas, que ha mostrado toda su vida Richard Carapaz.

Richard nos hace entender que el país necesita adoptar su mística, su sacrificio, su disciplina. Los países que logran la medalla de oro en el bienestar no tienen la actitud de líderes populistas que promueven el odio, no tienen la mística de quienes creen en la tiranía, o en la ausencia de la ley.

Los países que logran la medalla de oro tienen la actitud de vida de Richard Carapaz. Sus pueblos entienden el valor del trabajo, de la disciplina, del esfuerzo y la tenacidad. Así lo hicieron los países que hoy pueden brindar a sus ciclistas apoyo, donde no se mendiga dinero para ir a las olimpiadas, y donde, como producto del desarrollo económico, los pobres, el deporte, el arte, la cultura, reciben el apoyo que deben recibir.

Richard Carapaz no solo nos da la gloria olímpica a los ecuatorianos, nos da una lección de vida, de actitud, de coraje y valentía. Ojalá que los políticos le pidan un taller de trabajo, para intercambiar ideas de cómo se logran metas. A lo mejor así dejarán de ofrecer cosas que no se deben ofrecer, y motivarán a todos los ecuatorianos a seguir el único camino al olimpo y la gloria: Trabajo, dedicación, esfuerzo, y realismo.

A Richard Carapaz, solo ¡GRACIAS! (O)