Atacadas por muchos que consideran a las FF. AA. y Policía solo como elementos de represión; debilitadas estas instituciones por políticas de la FaRC (familia revolución ciudadana), que siempre pretendieron crear unas “fuerzas armadas revolucionarias” sumisas a un proyecto político e igualmente a una Policía, no civil, sino servil al proyecto del ejecutivo; estas dos instituciones, muy queridas para la inmensa mayoría del país, y en mi caso particular en sumo grado y con gratitud por cuánto colaboraron con la gestión del gobierno del Arq. Durán Ballén, son sencillamente vitales para el Ecuador, y lo acaban de demostrar una vez más con su apoyo al programa de vacunación.

En el caso de la Policía, guardo un profundo cariño a ella. Mi gestión de vicepresidente dio un apoyo directísimo a programas de educación institucional, al GOE, al GIR, a la lucha contra el narcotráfico y a la creación del Isspol, que era una vieja aspiración institucional. Merecí de esta institución la más alta condecoración, que la considero un gran honor y siempre la agradeceré.

Pero esa Policía, que es tan esencial para la vida democrática y la seguridad jurídica e institucional del país, vive momentos muy duros, por una confluencia de muchos factores: el caso Isspol, las acusaciones a altos mandos, y la debilidad y vacíos legales que hacen imposible muchas veces la actuación de las fuerzas del orden. Esto y muchas otras cosas, han producido un terrible golpe a la moral de la fuerza.

El hecho más reciente está dado por un controvertido fallo en la ciudad de Riobamba. El centrarse en ese fallo, cuya validez no debe ser analizada por las redes sociales ni por la prensa, sino por los expertos en derecho penal, sería un grave error. Porque además este no es el único caso en el cual existen discrepancias entre la forma en la cual la Policía y las redes sociales pueden ver un hecho frente a cómo lo ve la función judicial.

Recuerdo bien una intervención del brillante jurista Dr. Jorge Zavala Egas, en la UEES, en la cual decía que el juez debe ser “autista” respecto de las redes sociales, la opinión pública y la prensa.

Otros casos de discrepancia son el del sargento segundo Marco Parra, y el del cabo segundo Alex Andrés Cuenca, el primero en Cotocollao, y el segundo en el cantón Pasaje de la provincia de el Oro. Y esto, paro no citar los muchísimos casos en los cuáles los policías tienen procesos penales en su contra por ejercer sus funciones. Que la ley establece proporcionalidad en el uso de la fuerza: cierto. Que pueden haber fallas en este aspecto de la policía: cierto.

Pero lo que es más cierto, es que esa Policía que toma presos a los delincuentes y muchos de ellos de alto peligro, los ve pronto de retorno a las calles, porque esos delincuentes tienen el dinero, que no tienen los pobres policías, para arreglar sus cosas en una función judicial muy cuestionada en su moralidad.

Lo que también es muy cierto es que la ley dice que la Policía y las FF. AA. no pueden entrar a las cárceles con armas de fuego. Es decir, que cuando se quiere desarmar a quienes en las cárceles tienen fusiles, granadas, dinamita, la Policía y las FF. AA. tienen que entrar a hacer esto sin armas de fuego.

Quienes ante el caso reciente de Riobamba han gritado por medios de comunicación “hasta cuándo”: ¿han leído las leyes? Y proyectos de ley para corregir esto tienen años en la Asamblea, y no han sido tratados. El presidente acaba de enviar uno más, para resolver los muchos vacíos que hay en el “uso progresivo de la fuerza”, y dar más seguridad al accionar de la Policía.

Hoy gritan muchos por los fallos. ¿Cuánto gritaron cuando se quitó el requisito de haber hecho servicio militar a quienes ingresaban para ser policías, y cuando se bajó el tiempo de instrucción?

La sociedad ecuatoriana tiene que apoyar en su conjunto a la Policía Nacional. Los cambios en las leyes para que un policía se sienta seguro en su función son indispensables. Pero por sobre todo, el lograr ese sueño que parece casi imposible, que la justicia sea correcta y que no existan dudas sobre el comportamiento de la misma.

Y más allá de esos dos pilares, el restituir a la Policía la severidad en la elección de posibles efectivos, el volver a los procesos de formación más profesionales, menos “light” y el hacerla sentir que todos la consideramos vital, y la respetamos, es un imperativo de todos los ecuatorianos el día de hoy.(O)