La próxima campaña electoral, a propósito de la elección de dignidades seccionales, debiera ser una oportunidad para que los ciudadanos y candidatos discutamos sobre el uso del espacio público. Sin lugar a duda, la violencia, producto de la delincuencia, ha empujado a los dueños de las ciudades, que somos quienes las habitamos, a que nos refugiemos, pero esa lógica no puede continuar.

Si bien el miedo es una herramienta poderosa para someter a quienes se oponen a estos grupos ilegales, hay maneras de combatirlo. Una de ellas es trabajando de manera conjunta con las autoridades, especialmente seccionales, que son las llamadas a impulsar más actividades sociales, deportivas y culturales en las ciudades. Y estas actividades no debieran estar únicamente dirigidas a jóvenes o niños, se requiere que estén personas de todas las edades.

Los esfuerzos de los últimos meses de los sectores privado y público, especialmente luego que se han normalizado parcialmente las actividades tras la pandemia y la última manifestación indígena son valederos, pero insuficientes.

Se puede hacer mucho y se puede comenzar mejorando la seguridad en las calles y alrededor de los parques o las zonas de entrenamiento, para que los grupos de deportistas no sientan temor cuando salen en las madrugadas o al anochecer a correr o trotar. Incluso a caminar, conducir bicicletas o pasear a las mascotas.

En manos de las autoridades también está mantener más limpia la ciudad, lo cual se facilitaría si los habitantes también hacen cosas sencillas como recoger la suciedad de sus perros o no lanzando en las aceras –especialmente si no son suyas– migas o arroz para que las palomas, cuya población crece rápidamente, no se asienten cerca de los jardines de las pocas casas que aún reciben la visita de gorriones, mirlos y picaflores. Ayudaría si ponen la basura dentro de las fundas que están en las cestas y que se pusieron para que no quedaran al alcance de los perros, que buscaban sobras de comida.

Podemos, como ciudadanos, apoyar a las directivas de los barrios a organizar no solo competencias de fútbol. Hay muchos chicos dedicados a la música y al baile, que pudieran sentirse muy satisfechos de tener público ante el cual actuar. Ni qué decir de quienes se dedican al teatro o a cualquier otra actividad.

Sería muy interesante que hombres y mujeres de más de 45 años pudieran tener un espacio en donde simplemente estar y pasar el rato, sin que sean vistos o tratados como invasores. Los lugares de esparcimiento, en su mayoría, están pensados para jóvenes y para invisibilizar a quienes no cumplen con ese requisito. Y a los mayores de 65 se los envía al programa 60 y Piquito, y si tiene problemas serios de salud, a casas para ancianos. Les quitamos el derecho a caminar por las calles en las que crecieron, porque no somos capaces de entender al otro o hacer algo tan sencillo como arreglar las aceras.

La solución al tema de seguridad es integral y esto es solo un poco de lo que se debe y puede hacer. ¿Tendremos la decisión de hacerlo? (O)