El día de ayer los ecuatorianos, y el mundo entero, observamos una transmisión de mando civilizada, en la cual el presidente entrante y saliente compartieron la ceremonia con cordialidad.

Esto es de por sí estimulante y alentador. El Ecuador del encuentro tuvo su primer episodio en este acto en el cual el saliente y el entrante mostraron que las diferencias no se resuelven con plantones. El uno habría podido indicar que no iría a la ceremonia, y el otro podría haber centrado el discurso inaugural en una letanía de quejas contra el saliente.

Guillermo Lasso asumió con “mucho derecho” la primera magistratura. No se trata de que ganó legítimamente las elecciones, cosa que hizo por supuesto. Se trata de que tuvo el enorme mérito de haber luchado en forma constante y sin cuartel contra una de las peores tiranías, aquella de la FaRC, familia revolución ciudadana, la cual vestida con ropaje de democracia era realmente un lobo con piel de oveja. Era un proyecto dictatorial, unipartidista, y de perpetuidad en el ejercicio del poder.

Como tal la FaRC ejerció el poder con persecución, con utilización de la justicia, con utilización de la fiscalía, con todas las herramientas lícitas y no lícitas para lograr sus objetivos. Por ello, muchos empresarios se doblegaron, apoyaron el proyecto político de la FaRC, se sumaron a la agenda de ellos, y sea por intereses económicos y beneficios que lograron, por miedo, o por otras conveniencias, plegaron a las intenciones de ese gobierno tiránico.

Guillermo Lasso nunca claudicó, arriesgó su patrimonio, pues su banco pudo ser perseguido. Arriesgó su persona, a la cual podían haberle inventado cualquier razón para enjuiciarlo. Así sucedió con muchas empresas y personas perseguidas, sea a través del SRI o de las cortes, El caso del El Universo, emblemático, en el cual se escribían las sentencias en la mismísima presidencia de la república, el caso del banquero Fidel Egas, son dos muestras de lo que pasaba y que perfectamente pudo también pasar con Lasso.

La posición de Lasso fue firme y constante, no claudicó, no se arrodilló ante la tiranía, y por ello, fue una pieza clave y vital para sostener una oposición sin la cual el país habría caído con mayor profundidad en las garras de la FaRC, la cual habría aumentado muchísimo más sus poderes. De ahí que, si la ID o Pachakutik hubieran pasado a la segunda vuelta, que cerca estuvieron de hacerlo, y hubiesen ganado, también ellos habrían tenido que agradecer la labor previa de Lasso, quien durante todos estos años, y son muchos, fue clave en ejercer la oposición a lo que la FaRC estaba haciendo en el Ecuador.

Destaco este mérito, porque la gente “no se quiere meter” en los asuntos políticos y público, y Guillermo Lasso merece el reconocimiento de haber querido y haber sostenido su lucha por bastante tiempo.

El país escuchó el mensaje inaugural de Lasso, que reafirma las promesas hechas en campaña: lucha contra la pobreza y la desigualdad, vacunación, moralidad y ética, inclusión de todos los sectores, separación de Iglesia y Estado, eficiencia en el manejo del Estado, apertura a la inversión, búsqueda de más Ecuador en el mundo y más mundo en el Ecuador y el llamado a la unidad, al país del encuentro.

Pero los ecuatorianos que cada cuatro años renovamos la fe en el país, debemos entender que el acto de hoy impuso una banda presidencial en Guillermo Lasso, no una varita mágica.

Muchas entrevistas que he visto a ciudadanos comunes, hablan de cosas como reactivación económica como si esta se pudiera dar casi como un acto de magia. La gente espera una baja de impuestos, costos más bajo, apoyo del Gobierno para todo.

Pero la varita mágica no existe. Lo que ayer se inició es la búsqueda de un camino de progreso que se puede dar solamente si las políticas correctas se aplican y toda la sociedad las apoya por siquiera 30 años. En menos no se logra salir de la pobreza, y esto no es un acto de gobierno únicamente, es un ejercicio de hacer país.

Y si en este esfuerzo no coinciden las voluntades de todos los ecuatorianos, tendremos nuevamente el problema de una sociedad que no avanza, que se desgaste en estériles discusiones y que nunca abraza en forma convencida el camino de la modernización y el camino de una economía libre, único método que se puede aplicar para lograr el milagro del desarrollo

Sí, ayer vimos y escuchamos al presidente posesionado. Ya sabemos lo que piensa y cuáles son sus compromisos. Pero él no es quien puede resolverlo todo. Cada ecuatoriano tiene una tarea, cada gremio, cada sector. Y si no aprovechamos esta oportunidad para cambiar el “chip” de creer que los presidentes resuelven todo, no saldremos jamás de la trampa mortal de la pobreza y de la falta de equidad. (O)