El pasar del tiempo y la acumulación de experiencias vividas se hacen evidentes en nuestra apariencia física a manera de arrugas y cambios de coloración. Vivimos cambios de ciclos, de ritmos de vida, de perspectivas, de actitudes. Algunos incluso cambian su mentalidad y se reinventan con el pasar del tiempo. Otros, en cambio, intentan librar una batalla contra este ‘pasar de los años’ y de manera inútil, hacen todo lo que está a su alcance para cada año verse más joven.

Nuestro mundo necesita gente sabia, que acoja el pasar del tiempo de manera natural, que busque la juventud del alma...

Como el mito de Cronos –dios del tiempo lineal según la mitología griega– que va devorando sus hijos al nacer por miedo a que estos lo derrocaran: el tiempo va consumiendo los minutos y segundos, y una vez que son devorados ya no pueden regresar. Por más que intentemos volver el tiempo o revertir nuestro envejecimiento, no podemos, los seres humanos no estamos diseñados así. Sin embargo, en el mundo de la biología, siempre hay sorpresas. Existen animales ‘inmortales’ que desafían nuestras leyes del pasar del tiempo. Una especie de medusa puede revertir su ciclo de vida a voluntad, es decir, que si está herida o enferma, puede volver a su estado de pólipo haciendo que sus células sean ‘bebes’ de nuevo. Las tortugas no acumulan el paso del tiempo en sus órganos, esto quiere decir que su sistema fisiológico no envejece. Este estudio fue publicado recientemente, luego de estudiar tortugas gigantes de casi 200 años de edad. Cabe aclarar que, a pesar de que algunos animales estén exentos de envejecer, esto no quiere decir que se salven de ser comidos o matados de algún otro modo.

Otros ejemplos del mundo animal son las langostas que con el pasar del tiempo siguen creciendo y reproduciéndose sin ‘deterioro’ alguno. Los gusanos planos pueden regenerar sus tejidos infinitas veces, incluso tejido viejo. Luego hay animales de una longevidad extrema: el tiburón de Groenlandia ha llegado a vivir 400 años y la ballena boreal, 211 años. Aquí vale la pena preguntarnos ¿qué haríamos nosotros con 200 y tantos años de edad?

El pausar el envejecimiento o revertir nuestro ‘deterioro’ ha sido un deseo humano desde nuestros inicios. Volviendo a los mitos griegos, los filósofos clásicos hablan de la Afrodita de Oro, o de la eterna juventud. En aquel mito de Afrodita, al igual en el mito nórdico de Idun, se alcanza la inmortalidad comiendo de las manzanas doradas. Pero este tipo de inmortalidad que se alcanza es a través de una eterna juventud interna, una juventud que trasciende al tiempo: la juventud del alma. Y es justamente esta eterna juventud a la cual el dios del tiempo, Cronos, no puede devorar.

Las tortugas gigantes se alimentan a base de plantas, toman sol, no emiten mayor sonido, y sobre todo llevan su casa a cuestas, siendo ellas su propio refugio. Están llenas de arrugas y hasta perdieron todos sus dientes. Observándolas podemos percibir la paciencia y calma infinita que se refleja en sus ojos. Nuestro mundo necesita gente sabia, que acoja el pasar del tiempo de manera natural, que busque la juventud del alma y no de lo físico. Que, al igual que las tortugas gigantes, vivan en este mundo rápidamente cambiante, con eterna lentitud y serenidad. (O)