Es atributo de la literatura, desde sus orígenes, el escarbar en los pantanosos territorios del poder. Diego Araujo Sánchez retoma con lucidez la tradición de los libros que narran los cataclismos políticos de la historia con Las secretas formas del tiempo (Rayuela Editores, 2021), su segunda novela. Ha escrito una obra que pertenece a la familia de Homero, que contó el ruego de Príamo a Aquiles, así como a la de Tolstoi, que indagó en el alma del pueblo ruso en la encrucijada de la invasión napoleónica.

En 1982, Gabriel García Márquez ofreció su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura ante la Academia Sueca y lo tituló La soledad de América Latina. En su reflexión en torno a lo que la crítica, a propósito de su obra, denominó el realismo mágico, el escritor colombiano quiso dibujar la configuración de la historia continental como una coalición de violencia, precariedad, fantasía y lucha por el poder. En ese sentido, habló del general Antonio López de Santana, tres veces dictador de México, que hizo enterrar con funerales magníficos su pierna derecha, perdida en la Guerra de los Pasteles. Inmediatamente dijo: “El general Gabriel García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial”.

Si bien García Moreno no era “general”, como pregonó el Premio Nobel, la anécdota es cierta y la foto existe. El expresidente conservador presidió su propio funeral en la catedral de Quito. Su violenta muerte, de algún modo, reafirmó una determinada visión del país que, durante las décadas, ha buscado una y otra vez imponerse, acompañada de una forma autoritaria y delirante de concebir el poder y la fe. Su cadáver, a contracorriente del fanatismo que despertó en sus seguidores, se perdió durante mucho tiempo y la historia sobre su hallazgo es tan fascinante que podría entenderse dentro de ese realismo mágico que se asigna al creador de Cien años de soledad.

Diego persigue las huellas de los complotados contra García Moreno, a fin de recrear la atmósfera políticamente convulsa de aquellos días, y retomar los valerosos gestos de oposición a lo que fue un régimen tiránico. El presente de la novela, de hecho, es un tiempo muy cercano al nuestro y los protagonistas son investigadores de ese pasado, que poco o nada tuvo que ver con un supuesto crimen pasional de Faustino Rayo. En cualquier caso Borges, que sabía de estas cosas, nos alertó en una ocasión que así como la historia puede copiar a la historia, la historia también puede copiar a la literatura.

Las secretas formas del tiempo, sin embargo, no es una novela más sobre Gabriel García Moreno y su controversial destino de gobernante; es una obra sobre cómo se escribe la historia de los países, los ciclos y laberintos en que colisionan la literatura y los procesos políticos, o la fragilidad de todas las vidas, poderosas o no. Con un estilo pulcro y la energía de una investigación rigurosa, es una novela extraordinaria sobre las formas que toman el amor y la esperanza, en los avatares del devenir humano. (O)