Han pasado más de 40 años desde que Ronald Reagan declarara en 1981 el inicio de la “Guerra contra las drogas” como la conocemos hoy. El consumo de sustancias psicotrópicas pasó de ser esencialmente un problema de salud pública, como el alcoholismo y el tabaquismo, a ser entendido y tratado como un problema de política criminal. Después de cuatro décadas, los expertos en la materia son esencialmente unánimes en que este enfoque ha fracasado. Lejos de extinguir su uso, la criminalización de las drogas únicamente ha empujado su producción y distribución hacia las sombras, convirtiéndose en el monopolio de organizaciones criminales que no tienen reparo en asesinar para mantener su cuota de mercado. La violencia que vive el Ecuador hoy es, en gran parte, un efecto indirecto de este fallido experimento social de Estados Unidos y Europa.

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La “Guerra contra las drogas” ha fracasado porque desde el inicio fue una guerra contra las fuerzas más elementales del mercado: allí donde hay demanda, alguien creará la oferta. La única pregunta es quién lo hará. Aunque son ya varios países los que se han replanteado este fracasado modelo punitivo, la legalización de las drogas no deja de ser una propuesta controversial. Y es que por otro lado es innegable que el consumo de estas sustancias causa grandes estragos a la salud de las personas y el de la propia sociedad. Sin embargo, si bien existen argumentos comprensibles para oponerse a la legalización de narcóticos como la heroína y la cocaína, existe una sustancia en particular cuya prohibición simplemente no tiene sentido: la marihuana.

Es hora de que Ecuador legalice la marihuana. (...) ¿Tendremos la visión para dar este salto?

El uso recreativo del cannabis ya ha sido legalizado en varias jurisdicciones. Hoy en día 21 estados de Estados Unidos, la mismísima cuna de la “Guerra contra las drogas”, la han legalizado completamente y, lejos de causar el apocalipsis que muchos conservadores vaticinaban, los efectos han sido neutros o incluso benignos. La legalización ha sido estadísticamente correlacionada con menores tasas de criminalidad y encarcelamiento, además de crear nuevos comercios. Por otro lado, si bien su uso no es inocuo y debe permanecer lejos de niños y adolescentes, los estragos causados a la salud no son de mayor envergadura que los provocados por el alcohol y tabaco. Quizá sean incluso menores. Mientras que los CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, en sus siglas en inglés) contabilizan más de 88.000 muertes anuales por consumo excesivo de alcohol y 480.000 muertes relacionadas con el tabaco en Estados Unidos, las muertes causadas por la marihuana son prácticamente cero. Si bien todavía queda mucha investigación por hacer respecto a sus efectos a largo plazo, es claro que la prohibición de esta sustancia carece de todo sustento lógico.

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Es hora de que Ecuador legalice la marihuana. No solo que las mafias asesinas que hoy se lucran de la droga perderían su monopolio sobre esta sustancia, sino que la reforma traería nuevas oportunidades de negocio y constituirá una forma interesante de atraer mayor turismo. ¿Tendremos la visión para dar este salto? (O)