El 19 de marzo de 2014, en ceremonia efectuada en el Palacio de Carondelet con motivo del relevo de los edecanes de la Presidencia, el entonces presidente Correa dijo en su discurso (fragmentos):

“En estos algo más de siete años de ejercicio de gobierno hemos aprendido a admirar y respetar profundamente a nuestras Fuerzas Armadas, orgullo de la República. (…) La ayuda de los edecanes es indispensable para librar y ganar las batallas que constituyen el grave ejercicio de gobernar”.

“Gracias por su inmenso apoyo en todas las madrugadas, en todos los viajes, en todas las presentaciones públicas, en los trajines sin fin que cada día se viven en la Presidencia. No sería posible llevar adelante la gestión de este gobierno revolucionario sin el apoyo de estos oficiales de honor.

“Si quieren saber cómo trabajamos, pregúntenle a un edecán, o mejor aún (o tal vez peor aún): a su familia, porque los grandes sacrificios empiezan por el hogar. Sin el apoyo y la comprensión de las familias de nuestros edecanes, la tarea sería imposible.

“Los edecanes son las personas más cercanas al presidente de la República y puesto que ello supone delicadas responsabilidades, se trata siempre de oficiales distinguidos con las más altas calificaciones”.

“Tanto en lo institucional, como en lo personal, los edecanes deben ser incorruptibles, discretos y leales, porque no cualquiera puede tener acceso a reuniones reservadas e incluso a información secreta y de seguridad del Estado”.

“Los edecanes representan el respaldo, la lealtad y la obediencia debida por las Fuerzas Armadas al poder civil. Tienen a su cargo el resguardo de la integridad del Estado, de la patria, de sus símbolos, de su territorio, y desde luego, de la seguridad e integridad física de las máximas autoridades de elección popular”.

“El país se enorgullece de tener oficiales en nuestras Fuerzas Armadas de la calidad de los edecanes que hoy parten a cumplir una nueva misión. Los he llegado a conocer bien y sé que en todo lo que emprendan cosecharán frutos ejemplares”.

“Los edecanes que hoy se alejan físicamente de Carondelet llevan para siempre nuestra amistad y el reconocimiento de la patria; y los que hoy se incorporan sepan que son recibidos con la confianza absoluta en su integridad y lealtad, con la mano franca y abierta y ese infinito amor de patria, que compartimos”.

Después de dos años de este “sentido” discurso, para Correa las Fuerzas Armadas ya no eran “orgullo de la República”; además, envió a la Asamblea una ley reformatoria a la Ley de Personal de las Fuerzas Armadas, que fue aprobada por la mayoría incondicional al Gobierno, que eliminó los edecanes porque supuestamente “no eran necesarios”. Simplemente no quería testigos de sus trapacerías.

Eliminar la presencia de los edecanes fue un agravio a las Fuerzas Armadas que son celosas guardianas de sus tradiciones históricas. Durante 186 años de vida republicana de nuestro país los presidentes han sido acompañados por sus leales edecanes militares.

Con seguridad el presidente Lasso con plena confianza en sus Fuerzas Armadas volverá a estar acompañado de sus edecanes. (O)