John Q., descontrolado por la supervivencia de su hijo, se rebela contra el poder que los desampara. Sin cobertura médica ni seguro para el trasplante, es empujado al delito. Secuestra un hospital con médicos y otros rehenes. Exige le ayuden salvar a su pequeño como indica la Constitución y la ley divina, donde una vida humana vale más que el dinero. El filme John Q., interpretado por Denzel Washington, grafica falencias en sistemas de salud que condenan a muchos enfermos a tristes desenlaces; como algunos ecuatorianos que mendigan o hacen bingos, intentando costear tratamientos e insumos. Sondas, catéteres, antibióticos etcétera, les son solicitados. Solo falta pedirles pinzas, escalpelos y al mismo cirujano para atender a sus parientes. Otros peligran sus diálisis salvadoras por pagos atrasados a las prestadoras de servicios.

Se avanzó en estructura hospitalaria; pero la falta de capacitación del personal, de especialistas, altos precios en exámenes externos, obstruyen buenos resultados. En un país con crisis económica, carencia de empleo, la defectuosa red de salud pública empuja a muchos a la “locura”. La falta de medicamentos es un viacrucis en varios hogares. La corrupción y la indolencia condenan a enfermos a una inhumana ‘vida’; algunos postrados suplican el último suspiro.

La salud es un derecho del pueblo y deber del Estado y Gobierno. No se pretende que estos resuelvan todos los problemas de la gente, pero deben hacerse cargo de lo estipulado en nuestra Constitución en el artículo 32.- “La salud es un derecho que garantiza el Estado... mediante políticas económicas, sociales, culturales, educativas y ambientales; y el acceso permanente, oportuno y sin exclusión a programas, acciones y servicios de promoción y atención integral de salud”. Nuestra realidad son hospitales colapsados; carencia de especialistas; deuda del Estado con el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS); pésima gestión de compra; negociados; sobreprecios; productos vencidos o de mala calidad. Los remedios escasean en hospitales, pero aparecen en farmacias privadas a precios inaccesibles a los pobres. Pacientes y familiares protestan en las calles. Muchos mueren por falta de atención y medicina.

¿Cómo implementamos un sistema de salud digno?; ¿de qué manera se combate la corrupción y se mejora la atención y el acceso a las medicinas en medio de la pandemia del COVID-19, la crisis severa y la degradación ética? Es un problema heredado; sin embargo, el presidente Guillermo Lasso y los asambleístas tienen el desafío de resolverlo creando acuerdos para incrementar el presupuesto en salud; hasta ello, urge fiscalizar el último centavo de los $ 3.409,5 millones asignados para el 2022; destinarlos eficientemente; implementar políticas preventivas y de protección social con servicio de calidad, cobertura total, remedios eficaces y asequibles; descontaminar el sector; hacer que lo estipulado en la Constitución no sea letra muerta y contemos realmente con una sanidad justa, solidaria, de calidad, humana, sin John Q. acorralados, donde los pobres el próximo año puedan desear también a sus dolientes: Feliz Navidad. (O)