Tomado del muro de Bernardo Vega, exdecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca: “No vi MasterChef, pero revisé la estadística de COVID a nivel nacional. Solo en la última semana (15 al 21 febrero) 181 personas murieron por esta enfermedad en nuestro país. Cada hora (lo que dura un programa de TV) 1 persona muere por COVID en el Ecuador. Desde que existe la vacuna cada muerte es prevenible”.

La autoridad de lo dicho está acompañada de un espeluznante cuadro que refleja un país en ruinas, solo en el área de la salud pública, pese a que no incluye el drama de madres y padres de familia que no encuentran en los hospitales del Ministerio de Salud Pública las vacunas que han salvado generaciones de vidas humanas. ¿Puede ser tolerable este nivel de desgobierno del morenato en medio de un proceso electoral al que el país entero le apuesta como la salida a esta crisis de institucionalidad, de ética, de moral, crisis económica, de seguridad pública, de incertidumbre?

Tan solo imaginar al hombre de Carondelet, relajadamente acomodado junto a un plato de arroz con huevo, con el pulso acelerado y ojos expectantes esperando los resultados del concurso de improvisados en cocina, mientras en simultáneo un grupo de indígenas marcha sobre Quito motivado por lo que llaman “fraude electoral”; mientras organismos internacionales hacen serias advertencias en torno a las sombras que se ciernen sobre las elecciones; mientras la Policía como institución pidió a la Fiscalía más tiempo para preparase para la revisión del sistema informático del Consejo Nacional Electoral ¡a puertas de una segunda vuelta! Mientras cientos de padres y madres de familia reclaman porque no solo la pentavalente escaseó en los hospitales públicos; mientras docentes de las universidades públicas reciben un correo justificando la falta de pago del mes de enero, al borde mismo de acabar febrero; mientras las vías que deben sostener al comercio nacional se cierran por la ligera presencia de un invierno; mientras los habitantes de Chunchi temen quedar sepultados para siempre; mientras el ministro de Salud pone la segunda dosis a su madre y otros parientes; mientras expresidentes, como Osvaldo Hurtado, justifican con soberbia el haber sido invitados antes que los médicos de primera línea al programa de vacunación vip; mientras desde las cárceles los reos deciden quiénes viven y qué cabezas decapitadas pueden servir como pelota de fútbol; mientras nos vamos quedando sin grilletes politicoelectrónicos; mientras se chatarriza y “monetiza” la historia misma… tan solo imaginar todo esto, nos consuela pensar en el cambio urgente que se merece este país por la vía de las urnas.

Moreno, sus ministros en retirada, le deben al país una explicación de lo que hicieron en cuatro años de entreguismo, pausa, abuso de lo público en beneficio personal y de grupos de minoría, privatizaciones solapadas por el encierro de la pandemia… De repartos de hospitales e incumplimiento de funciones.

Definitivamente, el MasterPresi Lenín Boltaire Moreno Garcés se ha ganado un irrenunciable puesto en la memoria histórica de lo peor de la política ecuatoriana de inicios de siglo. (O)