Al ritmo que vamos –por causa de la pandemia, sus medidas de bioseguridad y de distanciamiento social– es muy probable que en pocos años tengamos una generación de nuevos médicos cuyos últimos años de estudio sean realizados de manera virtual. Para quienes ejercemos la profesión, como médicos y docentes, este es un tema realmente preocupante que debe analizarse con mucha seriedad.

Los tres últimos años, de los seis que dura actualmente la carrera de Medicina en nuestras universidades, contienen asignaturas eminentemente prácticas. La teoría de los primeros años se complementa con la práctica de los últimos. La educación en línea no puede suplantar el recorrido por las camas de un hospital, aprendiendo de cada caso clínico que representa un paciente. El intercambio profesor-alumno, al discutir un caso problema, al examinar al enfermo, al plantear posibles diagnósticos, al revisar exámenes y, finalmente, al decidir el tratamiento a seguir, son irreemplazables. Llevamos ya un año con educación en línea y las experiencias han sido diversas. Compartiré las mías con ustedes. Si mantener la atención de más de 30 estudiantes en un aula de clase presencial por 90 minutos es ya una hazaña, pueden imaginar cómo es una clase dictada a través de una plataforma virtual donde no se alcanza a visualizar a todos los estudiantes al mismo tiempo, donde muchos de ellos tienen problemas de conexión y donde la mayoría mantiene apagadas sus cámaras por diferentes motivos. Un gran número de alumnos recibe clases desde su lugar de residencia, que no siempre es la ciudad donde queda el campus universitario. Según el lugar donde viven, la eficiencia de la conexión por internet varía y eso incide en el aprovechamiento de la clase que escuchan. Además, al no tener encendidas las cámaras, es imposible controlar quién está realmente presente o efectivamente atendiendo. Aprender a través de la educación en línea requiere mucha motivación, organización del tiempo, disciplina de la dedicación y mucha responsabilidad, más del estudiante que del profesor. En el caso de las evaluaciones, dependiendo de la plataforma que se utilice, no hay garantía de quién sí y quién no está rindiendo honestamente su examen. Los estudiantes pueden dividir la pantalla de la computadora y buscar información, pueden recibir mensajes por celular mientras están rindiendo la prueba, pueden consultar las fuentes de las que dispongan.

Por eso, además de por otras razones también esenciales, urge acelerar el proceso de vacunación contra el SARS-CoV2, para poder retomar la educación presencial en las asignaturas necesarias. La educación en línea tiene muchas ventajas y es probable que se mantenga parcialmente; pero la carrera de Medicina necesita su componente práctico. De lo contrario, en poco tiempo tendremos médicos recién graduados que no saben cómo utilizar un estetoscopio, que nunca han palpado un abdomen o examinado los reflejos de un paciente. Eso, en materia de salud, es grave.

Al nuevo presidente le corresponderá la tarea de mejorar la educación médica reabriendo los posgrados universitarios. (O)