Durante años conversé largamente con tres personas que fueron adultos entre los años 1918 y 1920. Eran cultos, su memoria clara, precisa y gustaban de la noble actividad de narrar. Siempre les pedía que me hablaran sobre “las cosas de su tiempo”. Así me contaron de primera mano sucesos como el arrastre de los Alfaros o el paso del cometa Halley, pero jamás ninguno mencionó el tema de la gripe ‘española’, la gran pandemia de esa época. En cambio, vistas las cosas desde la perspectiva de hoy, parecería que dentro de cincuenta o sesenta años los ahora jóvenes que ‘vivirán para contarla’ tendrán entre sus memorias más impactantes la ola del coronavirus y las consiguientes cuarentenas y medidas de control.

Cierto es que, a pesar de que la gripe ‘española’ causó decenas de millones de muertos, en Ecuador no se llevó más de dos centenares, mientras que la pandemia presente ha puesto a nuestro país entre los de mayor mortalidad relativa en el mundo. Por eso debe ser que en el país hay pocos estudios sobre la gripe ‘española’. Libros monográficos sobre la peste de 1918 he encontrado solo uno y reciente. La literatura siempre ha sido una fuente importante de conservación de la memoria, pues completa la información que almacenan los registros científicos, al darnos la visión existencial, cultural y simbólica de la realidad. Pero eso tampoco hay, la mayor peste del siglo no fue tema de novelas o cuentos nacionales... que yo conozca. Nuevas interrogantes surgen de esta falta. Eso no sucederá esta vez. Por el momento un relato corto perfora la cortina del olvido para siempre. Se titula Los desvelos y sale de la pluma del certero José Hidalgo Pallares, joven que ha sabido redondear con calidad todas las obras que ha publicado y esta es la mejor. Con un fuerte componente autobiográfico consigue hacer una panorámica del espíritu de su generación enfrentada al inusitado fenómeno.

Entre las ópticas que utiliza hay visiones nuevas que permitirán entender mejor este tiempo y a las personas que lo hemos vivido. Está por ejemplo la experiencia de un padre joven con niños tiernos. La apasionante, dura e incomprendida vivencia de la paternidad aparece en primer plano. Hay que ser valiente para hacer literatura fuera de los ámbitos canónicos, como puede ser la estrechez circunstancial, pero desesperante, la iliquidez y sus angustias. Sin muerte no hay novela, aun cuando solo sea una presencia ajena, pero no por ello menos amenazadora y real. Oyes caer a los muertos, dicen que ese por aquí, me cuentan que ese otro por allá. El fantasma existe y se aparece para hacerte muecas horribles cuando te enteras de que el vecino con el que compartes el ascensor está infectado. Y la vida en un condominio, situación que ahora descubrimos que tan fácil se vuelve cárcel, para entender mejor que nunca a Sartre cuando dijo que “el infierno son los demás”. Los desvelos desvela a pesar de su brevedad, sé que será parte de un corpus animoso de obras que vienen y vendrán, que en el futuro atribuiremos a ‘la generación de la pandemia’. En estas nuevas creaciones recuperamos desde lo ideal lo que se llevó el coronavirus, tantas vidas, tanta vida. (O)