Hace pocos días la revista académica American Quaterly publicó un interesante artículo titulado “Los millennials latinoamericanos quieren reforma, no la revolución”, en el cual se destaca la percepción de la política latinoamericana por parte de una generación que representa el 23 % de habitantes de Latinoamérica, aproximadamente 155 millones de personas, y que actualmente está en el rango entre 26 y 41 años. Se destaca el hecho de la opinión ambivalente que tiene dicha generación respecto a la democracia, sin perjuicio de lo cual la mayoría no se inclina por un cambio estructural revolucionario o particularmente ideológico, sino básicamente en la idea de un mejor funcionamiento de la democracia con aspiraciones pragmáticas, especialmente en lo relativo a las oportunidades de trabajo, educación, salud y seguridad social, necesidades de “sentido común para la enorme mayoría de la población”.

La publicación señala que la generación milenial siente una enorme desconexión con la política, considerando a la mayoría de partidos como impopulares y carentes de legitimidad, percepción que ha sido mencionada en estudios recientes que evidencian el deterioro de la credibilidad en los actores políticos. Una de las cuestiones más relevantes que aborda el artículo tiene que ver con el tipo de liderazgo que los mileniales esperan en el futuro, especialmente en tiempos en los cuales el escepticismo es tan marcado y persistente. En ese contexto se citan los nombres del presidente chileno Gabriel Boric, de 36 años, y el gobernante salvadoreño Nayib Bukele, de 41 años, elegidos con el voto mayoritario de esa generación, siendo el caso de Bukele de especial interés por su estilo autoritario, pese a lo cual mantiene un asombroso respaldo popular de más del 85 % del pueblo salvadoreño, superando con creces la popularidad de otros presidentes latinoamericanos.

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En esa línea surge el planteamiento de que si estilos autoritarios como el de Bukele pueden atraer con facilidad a una generación desencantada con los logros del actual sistema democrático, lo cual es absolutamente posible si se considera el importante número de admiradores que tiene el presidente salvadoreño en la región. De hecho y ante la ola criminal que azota al Ecuador en los últimos tiempos, mucha gente no ha dudado en sugerir el ejemplo de Bukele como un símbolo efectivo de orden y autoridad ante lo que se considera la ineficiencia de nuestro gobierno ante tan duro embate. ¿Podría por lo tanto surgir en el 2025 un candidato al estilo “Bukele” con posibilidades reales de llegar a la Presidencia en nuestro país?

Es muy difícil responder a dicha pregunta toda vez que las realidades y circunstancias de cada país son muy dinámicas y cambiantes. Lo que nadie puede dudar, a estas alturas, es que la generación milenial en el Ecuador, representada por un importante número de electores, está comprensiblemente desencantada respecto de los logros reales de nuestra democracia, lo que posibilita que, al menos por ahora, cualquier cálculo electoral para el 2025 no termine de ser un simple pasatiempo. (O)