Cuando usted invita a alguien, el invitado puede aceptar, negarse o poner condiciones. El invitado tiene la sartén por el mango y se pone en un plano superior al invitante. Es lo que pretende el Sr. Iza, presidente de la Conaie. Conversará con el presidente de la República cuando lo invite. De hecho, se ubica en un plano superior al presidente Lasso, que es de todos los ecuatorianos y a quien, por su elevada jerarquía, estamos obligados a ceder el primer puesto. Porque el señor Iza puede poner condiciones y ofrecernos otra vez el lamentable espectáculo de la reunión con el expresidente Moreno a quien trataron de humillar.

El movimiento indígena ecuatoriano es de por sí respetable. La mayoría de sus dirigentes son prudentes y comprensivos, pero también hay algunos que mantienen posiciones radicales con un marxismo de hace casi dos siglos cuando han cambiado por completo las relaciones y los medios de producción. Marx dijo que su único aporte a las ciencias sociales había sido sostener que la historia universal no es más que la historia de la lucha de clases. La inspira el odio de las clases oprimidas contra sus opresores. La revolución social tiene por objeto tomar el poder para ejercerlo mediante una dictadura feroz que en ninguna parte respetó la vida y los derechos de los llamados opresores. Lo gritan los millones de campesinos asesinados por Lenin en Rusia, los millones de chinos asesinados por Mao Zedong cuando las sequías y la Revolución cultural. Los ‘gusanos’ fusilados en el paredón durante la Revolución cubana. ¿Toda esa violencia fue inevitable? La gente debe saber que detrás del mariateguismo peruano está el marxismo.

Cuando se han convocado movilizaciones en nuestro país, siempre ha habido violencia y muerte. El poder de los líderes que las convocan debe tener en cuenta que, como pasa en Colombia, como ocurrió en Chile y también en Quito en octubre de 2019, hay destrucción y muertes. Saber esto no los libra de responsabilidades. No pueden excusarse en el “yo no fui, fueron vándalos que se aprovecharon de la inocencia de los movilizados”. La gente teme las movilizaciones indígenas porque tumban gobiernos como el de Mahuad, causan daños irreparables como las pérdidas sufridas en Quito en octubre de 2019. ¿Dónde estaba su alcalde? Quienes organizan movilizaciones deben saber de estas consecuencias y no alegar inocencia.

La fuerza pública tiene el deber de imponer el orden. Policías y soldados pueden sufrir ataques físicos y reaccionar conforme la fuerza de la acción y, por lo mismo, ser heridos y hasta muertos. Los asesinos y ladrones se mezclan con los manifestantes, porque son entrenados para actuar así. Pero últimamente hemos visto personajes que les echan la culpa de todo, críticos que señalan exceso de fuerza y que están dispuestos a acusarlos de violar los derechos humanos, pero no dicen nada de quienes provocan, asaltan, roban o destruyen la propiedad pública y privada.

Los recursos de violencia revolucionaria son a la postre contradictorios. Venezuela y Nicaragua están gobernadas por tiranos, en Cuba se grita por libertad. Hambre, tiranía, exilio: ¿Eso queremos en Ecuador? (O)