En el peor momento de la pandemia en el mundo, otras luchas agregan crispación colectiva, dolor y enojo. En El Salvador, la Asamblea con sus asambleístas recién electos y formando mayoría con el gobernante Bukele acaba de destituir a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y al fiscal general de la nación. En Perú, los candidatos finalistas lo que menos prometen es diálogo, sino endurecimiento de posiciones en un país dividido. En Colombia, los recientes acontecimientos sembraron caos, vandalismo, con personas heridas y una cifra no precisa de muertos.

En Guayaquil, una campaña que mezcla ataques a la vida personal de la alcaldesa, con hechos administrativos, regionalismo y resentimientos personales amenaza convertirse en tornado o diluirse en tormenta pasajera.

Política violenta pura y dura.

En el país se da un diálogo de sordos en relación a la despenalización del aborto en casos de violación realizada por la Corte Constitucional de Justicia. El presidente electo acata una decisión que no comparte y está en profunda discrepancia por motivos personales fundamentales que tienen que ver con sus creencias y su opción de vida. Las creencias son un factor esencial para no permitir salidas, pues tienen un estilo de pensamiento circular cerrado, que muy pocas veces admite cuestionamientos, dudas, provocaciones. Sobre todo, cuando Dios es parte del desacuerdo. Por eso es tan emblemático su respeto y su posición. Muestra con hechos que su llamado al diálogo es real, que el diálogo tiene costos, que los precios son altos y hay que aprender a conversar y encontrar caminos con los que piensan distinto.

No será fácil lograr un país del encuentro y el diálogo, donde no solo el razonamiento lógico y las evidencias intervienen, sino que las emociones, las creencias, las ideologías hacen parte de un escenario donde parece haber dos bandos: el del bien y el del mal, sin matices. Cada uno poseedor de la verdad.

Cuando las opiniones se transforman en parte de la identidad y son inamovibles (tenemos muchos ejemplos en el accionar público y en nuestros círculos cercanos) el diálogo se hace imposible. Se convierte en una batalla, no en una escucha. Se transforma en la identidad de una persona, que busca a los que piensan como ella. De lo contrario cree que están atacando su integridad. Cualquier duda sobre una opinión se transforma en un ataque personal, y por lo tanto busca sus pares, su tribu. Es casi imposible entrar en ese bastión (político, religioso, deportivo…). La mayor parte de las veces es más fácil dialogar con los que piensan diferente pero aceptan discrepancias que con los que comparten las mismas opiniones pero son incapaces de aceptar el más mínimo cuestionamiento.

Si se establecen diálogos necesarios y urgentes sin despreciar las experiencias importantes y distintas, siempre limitadas, si superamos estilos y principios disímiles, valores diferentes y escuchamos con capacidad de asentir y disentir, pero con la voluntad de construir juntos una sociedad equitativa y alegre, podremos construir puentes necesarios para unir caminos separados.

Los animo a escuchar la conferencia Tedx Río de la Plata de Guadalupe Nogués: “Cómo hablar con otros que piensan diferente”. (O)