La política debe procesar, discutir, mejorar propuestas, pero no simplemente negarlas, porque los asambleístas quieren preservar al 100 % su visión del mundo (sin discutirlos) y sobre todo tienen oscuros intereses personales y de partido. Eso no solo mata la gobernabilidad para Lasso, sino para el país.

Recordemos que la cadena (no receta) para el desarrollo es: ahorro + inversión + productividad + instituciones (tangibles e intangibles que marcan el entorno: confianza, corrupción, justicia, innovación, seguridad, política, etc.). La inversión es elemento clave para que en el futuro haya más riqueza, maquinaria, empresas, tecnología, escuelas, carreteras y otros. Necesitamos incrementar la inversión total en 5 o 6 puntos del PIB, dentro de eso la externa en 2 o 3 puntos, y mejorar la calidad y prioridades de la inversión estatal. Esto es solo una pieza del rompecabezas para crecer 4 % / 5 % y mejorar empleo e ingresos, pero una pieza importante.

A eso tendía la Ley de Inversión. ¿Cómo lo planteaba? Uno, mediante contratos de inversión en que el Gobierno otorgaba ventajas a cambio de objetivos que son controlados. Dos, vía mayor empuje en alianzas público-privadas, donde el Gobierno delega a los privados ejecutar actividades que se consideran estatales (por Constitución, sigue esa visión negativa de tantos sectores estratégicos como potestad primaria del Gobierno)… algunos lo critican porque es “privatizar”, como si esto fuera un “pecado”, cuando en actividades privadas estamos inmersos como usuarios y productores y lo disfrutamos… ¡el país necesita más, no menos, actividad privada! Tres, empuje a las zonas francas (existen, pero han sido poco utilizadas por malas normativas), para el desarrollo de actividades y zonas específicas.

¿Era un paquete coherente? Sin duda, y podía generar (junto al resto del rompecabezas) resultados razonablemente positivos, que se verían en próximos años (es absurdo criticar al Gobierno porque las cifras de inversión extranjera no muestran aún progreso, cuando cualquier inversión es un proceso de decisión pausado).

¿Personalmente me satisfacía del todo? No, por una razón básica. Creo, en materia regulatoria e impositiva, en una filosofía más sencilla: “lo mismo para todos, en todo lugar y en todo momento”. No me gusta que una empresa tenga exoneraciones porque firmó un convenio de inversión, está en zona franca, o en alianzas públicas, no solo por la ventaja en sí misma, sino por el poder de intromisión enorme otorgado al Gobierno. Si los impuestos son altos, pues entonces hay que bajarlos a todos (al panadero o al gran inversionista)… el objetivo debería ser un máximo de 15 % de impuesto a la renta generalizado. Si las regulaciones son inadecuadas, modificarlas para todos. Si alguien hizo inversiones hace 5 años, aplicarle el mismo esquema que quien lo hace ahora o en el futuro. ¿Zonas privilegiadas? Tampoco (salvo en catástrofes específicas).

Es mi punto, pero entiendo que en el mundo real hay que buscar espacios pragmáticos de mejora, y no se puede ir “a por todas”. Pero la politiquería lo ha negado y más grave, flota la duda ¿qué cambios sí está dispuesta a procesar la Asamblea? Quizás nada. La política como antítesis de lo que necesita, sobre todo, la gente con menos oportunidades. (O)