Álex Saab no será juzgado de arranque por la concurrencia de delitos que cargaba en su mochila al llegar a una cárcel de la Florida, hace alrededor de dos semanas. Ya en suelo norteamericano, el fiscal que sigue la causa del supuesto testaferro mayor de Nicolás Maduro ha pedido, él mismo, que se le retiren siete cargos y solo enfrente uno, a lo que el juez ha accedido. ¡Qué horror!, diríamos por acá. ¡El propio fiscal, y el propio juez coludidos en favor del chavismo, en territorio estadounidense! Y la siguiente pregunta, ya de cajón, desde la visión ecuatoriana sería ¿cuánto le costó al chavismo tamaño “favor” judicial? Porque la de la corrupción, sin mayor aspaviento, es si no la primera, una de las primeras razones que encontramos a actos como estos.

Pero resulta que explorando apenas en el caso se detecta que esto es una condición insalvable del gobierno de Cabo Verde, donde detuvieron a Saab, en una escala hacia Irán, para ahora entregarlo y que afronte a la justicia norteamericana que lo demanda por lavado de activos y sospecha de ser la caja negra del gobierno madurista en cuanto al dinero desviado de sus piadosas obras sociales. Acuerdo político entre Gobiernos, que lo ejecuta la justicia, con una visión de Estado, más de año y medio después de intensas negociaciones, presiones y hasta intentos de convertir a Saab rápidamente en diplomático venezolano.

Los norteamericanos de altísimo nivel político a cargo del caso, convencieron a su Gobierno de que la única manera era cediendo al pedido de Cabo Verde de que no se lo juzgue por delitos que tengan penas mayores que las establecidas en ese país africano. Y Saab finalmente ingresó vestido de naranja a la cárcel de la Florida, por ser ahí donde hizo transacciones bancarias malolientes. Pero ese solo cargo por el que se lo juzga, a decir de expertos, podrá convertirse luego en una amplia puerta para conectarlo con otros delitos.

La negociación política es el arte de hacer que las cosas pasen, y la llegada de Saab a la Florida lo confirma. Semanas antes el mismo Maduro, que tiene pedido de detención internacional por narcotráfico impulsada también por EE. UU., participó sin problemas en México en la cumbre de la Celac, con mandatarios que lo habían desconocido ante Juan Guaidó, pero que accedieron a que esté allí en aras de que las conversaciones que destraben la democracia en Venezuela, fluyan. Y de casos como estos, en diferentes hemisferios y momentos históricos está plagada la política mundial, porque en política el peor de los hechos trascendentales es el que nunca llega a ocurrir y quienes se encargan de negociar saben que difícilmente se levantarán de la mesa sin haber cedido algo, siempre en búsqueda del mal menor.

Cuánto bien le haría al país que nuestros políticos tengan claro eso; que nuestros líderes sociales tengan claro eso; que nuestros periodistas de política y de opinión tengan claro eso, sin que reinen los prejuicios y las sospechas absolutas de corrupción, que en algunos casos sí es hasta grotescamente evidente, pero en otros no. Que “más vale perder un dedo, y no la mano”, como con sabiduría popular repetía don Horacio, mi abuelo. (O)